Huye el
río como corzo herido,
por un brutal cazador, regando
con sus gotas de sangre los
caminos
de fango y
flor.
Ya no ramonea en la
huerta,
ni en el prado verde ni en el trigal.
Está herido de muerte y junto a los suyos,
como el río, a morir se va. (Para la resilente Angelines).