Casas viejas y casas nuevas. Habitantes que se han ido..., y habitantes que regresan. Ellas permanecen. Se remozan. Y nosotros nos vamos de nuestra casa particular, a la casa comunitaria en lo alto de la colina y nos siembran en la tierra y en el viento. El pueblo se rellena de casitas vacías y el silencio las ocupa casi todo el año y en los cuartos flotan aún las palabras de sus dueños, y en las cuadras rehabilitadas, los mugidos de los ganados que trabajaron el campo.
En el invierno la soledad en las calles es muy densa, casi se la oye respirar. Solo la rompe el rugido de tarde en tarde de algún motor, que golpea en la carretera y hiere al pueblo. Y aún así, esa nefasta
lámina rodante hace que el caserío parezca vivo. Y las viviendas asomadas se distraigan de no hacer nada.
En el invierno la soledad en las calles es muy densa, casi se la oye respirar. Solo la rompe el rugido de tarde en tarde de algún motor, que golpea en la carretera y hiere al pueblo. Y aún así, esa nefasta
lámina rodante hace que el caserío parezca vivo. Y las viviendas asomadas se distraigan de no hacer nada.
Cruda y poética descripcion de la realidad y devenir agónico de los pequeños pueblos burgaleses.