Es curioso. En la ciudad la gente está ansiosa por tener un trocito de terreno donde cultivar sus lechugas, sus tomates, sus puerros... etc.
Hay cursos y sorteos por parte del
Ayuntamiento. En cambio, aquí, la mayoría de los antiguos
huertos ni se venden ni se atienden.
Es una forma útil de ocupar el ocioso tiempo que sobra en el
pueblo.