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HERMOSILLA: Los candiles de los vendedores de golosinas "dulceros"...

El sábado 24 de noviembre tañe el campanillo de la iglesia invitando a oír la misa en honor de Santa Cecilia patrona de Hermosilla. Ya no tocan los músicos de Poza, ni en las calles ni en la plaza acompañados de los emocionados chiquillos del pueblo. Ni hay "dulceros" con sus candiles de carbunco que vendan nada.

A la iglesia suben l@s cuatro de siempre y el cura cinco. Sobran bancos, sobran sitios, sobra espacio... y faltan rezos para los difuntos. La iglesia es hermosa y grande, es la tradición medieval, las mujeres juntas y los hombres

aparte.

Abajo de la colina, el pueblo no creyente, enciende lumbre y prepara la brasa. Los gaznates se remojan en el bar, con el otro chacolí, tal vez de Rioja o de la Vieja Castilla, ahora se hace vino bueno en todas partes.

El nuestro, el autentico chacolí hace tiempo que se arrancó de nuestras piezas. Y para mayor deshonor, los vascos que nunca lo tuvieron, txakolina le pusieron. Le cambiaron de dueño y de género.

El olor del chamuscao de las chuletas como una nube de placentera aroma sobrevuela por el atareado vecindario. Unos en la iglesia rezando y otros a las chuletas volteando. Que Santa Cecilia nos guarde... a tod@s!

Los candiles de los vendedores de golosinas "dulceros" funcionaban gracias a la reacción química entre el carburo de calcio y el agua, que desprendía un gas, el acetileno, que con una cerilla ardía produciendo una llama brillante y de larga duración. Yo lo he usado para acceder a las cuevas. Y los críos los restos casi quemados los metían en un tarro de hojalata y al echa agua, hervía y saltaba por los aires.

El nombre correcto es el carburo. El carbunco es una enfermedad infecciosa del ganado rumiante sobre todo.