Pueblo, no te rindas, por favor no cedas,
aunque te pinten las casas de blanco,
aunque las ruinas afeen tus calles,
aunque la avaricia las estreche,
y no haya espacios para aparcar los coches.
Aunque los pocos árboles que dan verde, se corten.
Aunque se construyan almacenes que repelen a la vista,
y se cementen las zonas verdes.
Aún hay leyes que cumplir y vecinos
que se mojarán, para que se cumplan.
Porque aún amamos a nuestro pueblo,
porque soñamos con hacerle cada día más bello,
porque no estás solo, porque es mi deseo,
y porque te quiero.
aunque te pinten las casas de blanco,
aunque las ruinas afeen tus calles,
aunque la avaricia las estreche,
y no haya espacios para aparcar los coches.
Aunque los pocos árboles que dan verde, se corten.
Aunque se construyan almacenes que repelen a la vista,
y se cementen las zonas verdes.
Aún hay leyes que cumplir y vecinos
que se mojarán, para que se cumplan.
Porque aún amamos a nuestro pueblo,
porque soñamos con hacerle cada día más bello,
porque no estás solo, porque es mi deseo,
y porque te quiero.
Hoy ya nadie pisaba tus calles. Las casas cerradas a puerta y media. Los perros de la última casilla de la calle la Ermita, como siempre, rompían el silencio con sus ladridos continuados, mientras sus dueños viven tranquilamente en otro pueblo.
Las piezas estaban blanqueadas y las pozas de agua quieta eran todo hielo. No me extraña con ocho bajo cero en la Siberia burebana, el frío quema y hiere como el filo de un cuchillo. La tierra era piedra arriba y abajo aun húmeda tierra a pesar de los hielos, y a pesar de la sequía de agua y nieve.
Aún así, con todo ello, un herrerillo picoteaba un trozo de manzana que colgaba del árbol y con su canto me decía: " por qué no has dejado más manzanas en los árboles, no ves que con estos hielos, me voy a morir de hambre y frío?"
Las piezas estaban blanqueadas y las pozas de agua quieta eran todo hielo. No me extraña con ocho bajo cero en la Siberia burebana, el frío quema y hiere como el filo de un cuchillo. La tierra era piedra arriba y abajo aun húmeda tierra a pesar de los hielos, y a pesar de la sequía de agua y nieve.
Aún así, con todo ello, un herrerillo picoteaba un trozo de manzana que colgaba del árbol y con su canto me decía: " por qué no has dejado más manzanas en los árboles, no ves que con estos hielos, me voy a morir de hambre y frío?"