El vino y las bodegas, hoy en día a igual que otras drogas oficiales o no, mueven millones de euros, con concursos de catas, visitas a estos templos con las conocidas rutas del vino (enoturismo lo llaman); sin olvidar la enoterapia, como si el vino fuese un dios al que los mejores arquitectos del mundo (Calatrava, Moneo, F. Gery) dedican sus mejores proyectos arquitectonicos.
El bambarria humano desconoce que el 80% del vino es agua, un 13% alcohol y el resto son ácidos, taninos, polifenoles, y pequeños oligoelementos. El alcohol desinhibe y hace que nos sintamos más espontáneos a la hora de reunirnos con otras personas y disfrutar de una apetitosa comida y de buena gente.
Pero de ahí a todo ese montón de cuentos de que en nariz nos recuerda a frutas del bosque, vainilla, regaliz, café tostado etc. etc. Creo que es mucha imaginación y literatura. Pienso que lo más importante de un vino es tomarlo con gente con la que estés a gusto. Lo mismo que cuando tomas un vaso de agua fresca en esos días que más casca el sol junto a una sombría fuente. ¡Qué mayor placer! ¿No?.
Verano, agosto, mediodía, el sol cascando a tope, entrar en esas frescas bodegas de Hermosilla y beber el acidillo chacolí, sí que era sentirse bien. Despues de una mañana dando vueltas en la polvorienta era triturando la mies.
El bambarria humano desconoce que el 80% del vino es agua, un 13% alcohol y el resto son ácidos, taninos, polifenoles, y pequeños oligoelementos. El alcohol desinhibe y hace que nos sintamos más espontáneos a la hora de reunirnos con otras personas y disfrutar de una apetitosa comida y de buena gente.
Pero de ahí a todo ese montón de cuentos de que en nariz nos recuerda a frutas del bosque, vainilla, regaliz, café tostado etc. etc. Creo que es mucha imaginación y literatura. Pienso que lo más importante de un vino es tomarlo con gente con la que estés a gusto. Lo mismo que cuando tomas un vaso de agua fresca en esos días que más casca el sol junto a una sombría fuente. ¡Qué mayor placer! ¿No?.
Verano, agosto, mediodía, el sol cascando a tope, entrar en esas frescas bodegas de Hermosilla y beber el acidillo chacolí, sí que era sentirse bien. Despues de una mañana dando vueltas en la polvorienta era triturando la mies.