La fachada de la iglesia es de un candor y una ingenuidad difíciles de superar; seguramente de uno de tantos canteros (o maestros de obra) que querrían estar a la moda utilizando un lenguaje clásico del que no entendían nada. En aquellos días sólo algunos elegidos podían viajar a Italia (o a Úbeda) y proyectaban de oídas o de copia de copia de algún dibujo y siempre a una escala reducida. Esta fachada es la muestra de que por mucho talento que se tenga, si no se viaja y se toma uno muy en serio su formación, no se llega más allá de unas voluntariosas ganas de agradar. Pero es una fachada encantadora. Enhorabuena a Hontangas.