EL AVARO QUE PERDIÓ SU TESORO
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Fábula.
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Sólo el goce constituye la pasión.
Pregunto a aquellos cuya mayor pasión
es de amontonar dinero; ¿qué beneficio
conocen que no conozca otro hombre
cualquiera? Tan rico es Diógenes en los
infiernos como el avaro en la tierra, el
avaro andrajoso.
Este infeliz esperaba una segunda vida
para disfrutar su fortuna. No poseía el
desdichado el oro, sino que el oro le
poseía. Tenía su tesoro oculto en la
tierra, y con él su corazón, no conocía
otro placer que pensar en aquél noche
y día. Dondequiera que fuese, estuviera
comiendo o bebiendo, no le hubiera cogido
un instante sin que pensara en el lugar
donde tenía soterrado su dinero. Tantas
idas y venidas, hicieron que le viese un
sepulturero, y descubriendo su tesoro,
lo desenterrara sin ser visto.
Nuestro avaro, al volver halló sólo
el agujero.
El desdichado llora y se desespera,
gimotea, suspira, atorméntase y se mesa
el cabello. Pregúntale un caminante el
motivo de sus gritos.
¡Me han robado mi tesoro!
- ¿Vuestro tesoro? ¿Y dónde?
-Ahí, al pie de esa piedra.
- ¿Tal vez estamos en guerra, buen hombre
para esconderlo tan lejos? ¿No habrías
sido más sensato guardarlo en vuestra casa
y no en ese sitio?
Allí a cada instante hubierais podido
retirar cómodamente lo necesario.
- ¿Retirar lo necesario, santos dioses?
¿Es que viene el dinero como se va?
¡Nunca cogía nada!
-Pues entonces ¿a que viene afligiros
tanto? -replicó el hombre. ¡Si nunca
tocabais ese dinero poned en su sitio
una piedra y os hará igual servicio.
La Fontaine
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-. -.-.- ... (ver texto completo)
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Fábula.
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Sólo el goce constituye la pasión.
Pregunto a aquellos cuya mayor pasión
es de amontonar dinero; ¿qué beneficio
conocen que no conozca otro hombre
cualquiera? Tan rico es Diógenes en los
infiernos como el avaro en la tierra, el
avaro andrajoso.
Este infeliz esperaba una segunda vida
para disfrutar su fortuna. No poseía el
desdichado el oro, sino que el oro le
poseía. Tenía su tesoro oculto en la
tierra, y con él su corazón, no conocía
otro placer que pensar en aquél noche
y día. Dondequiera que fuese, estuviera
comiendo o bebiendo, no le hubiera cogido
un instante sin que pensara en el lugar
donde tenía soterrado su dinero. Tantas
idas y venidas, hicieron que le viese un
sepulturero, y descubriendo su tesoro,
lo desenterrara sin ser visto.
Nuestro avaro, al volver halló sólo
el agujero.
El desdichado llora y se desespera,
gimotea, suspira, atorméntase y se mesa
el cabello. Pregúntale un caminante el
motivo de sus gritos.
¡Me han robado mi tesoro!
- ¿Vuestro tesoro? ¿Y dónde?
-Ahí, al pie de esa piedra.
- ¿Tal vez estamos en guerra, buen hombre
para esconderlo tan lejos? ¿No habrías
sido más sensato guardarlo en vuestra casa
y no en ese sitio?
Allí a cada instante hubierais podido
retirar cómodamente lo necesario.
- ¿Retirar lo necesario, santos dioses?
¿Es que viene el dinero como se va?
¡Nunca cogía nada!
-Pues entonces ¿a que viene afligiros
tanto? -replicó el hombre. ¡Si nunca
tocabais ese dinero poned en su sitio
una piedra y os hará igual servicio.
La Fontaine
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