en el mes de Aril, cada año soliamos coger los caracoles; los cuales ayudaban a enriquecer algo nuestra poco variable dieta. Nunca los hubo en grandes cantidades, pero si suficientes para que todo el mundo durante cuatro o seis semanas los probase sobradamente. El hecho de ir a cogerlos ya formaba de por sí una
fiesta, cada persona, con su taleguito por las regaderas buscándolos sobre todo al lado de las cañas de cardenchas.