gratos recuerdos me trae la lectura de éste libro que estaba en las
Escuela
de Niños de nuestro amado
pueblo, allá por los años 50 del pasado siglo.
El maestro, nuestro buen maestro, D. Justino Peñalva hacia salir a varios alumnos, los más mayores, de sus pupitres y situados muy cerca de si, en la estrada situda junto a su mesa nos mandaba leer en voz alta un fragmento a cada uno que después era comentado por el grupo. Desde la distancia en el tiempo no en el olvido, seguimos recordando a nuestro buen preceptor.