Los cuentos de la Huerta
El cuento de la Haba que nunca se acaba
Estaba la Haba tomando el Sol muy contenta. Era feliz porque había encontrado unos maravillosos zapatos amarillos y... cuando estaba a punto de salir a pasear con sus nuevos zapatos se produjo un oscurecimiento.
La Haba había sido recolectada por el Hortelano y sin saber cómo, ya se encontraba en el mercado.
Allí, la Haba se aburría y no dejaba de acordarse de sus amigos: el Tomate y la Lechuga.
De pronto, la Haba fue metida en una bolsa y cuando de nuevo se encontró al aire libre no podía salir de su asombro; enfrente estaban el Tomate y la Lechuga. Todos al reconocerse se pusieron muy contentos.
- Vámonos de aquí. ¡A pasear ¡- dijo la Haba.
- No puedo - se quejó el Tomate - Me han quitado la piel y tengo tanto frío...
- A mí me pasa igual - añadió la Lechuga - me han arrancado algunas Hojas y ya no puedo soportar la Escarcha.
- ¡Oh!, no os preocupéis - los tranquilizó la Haba. - Tengo unos zapatos nuevos con los que puedo salir de aquí y traeros alguna ropa. - Diciendo esto, saltó de la mesa y huyó por la ventana.
No tardó en volver. ¿Sabéis con qué?, con un abrigo de lana para el Tomate y una manta para la Lechuga.
Así, los tres se fueron de la casa muy contentos.
El cuento de la Haba que nunca se acaba
Estaba la Haba tomando el Sol muy contenta. Era feliz porque había encontrado unos maravillosos zapatos amarillos y... cuando estaba a punto de salir a pasear con sus nuevos zapatos se produjo un oscurecimiento.
La Haba había sido recolectada por el Hortelano y sin saber cómo, ya se encontraba en el mercado.
Allí, la Haba se aburría y no dejaba de acordarse de sus amigos: el Tomate y la Lechuga.
De pronto, la Haba fue metida en una bolsa y cuando de nuevo se encontró al aire libre no podía salir de su asombro; enfrente estaban el Tomate y la Lechuga. Todos al reconocerse se pusieron muy contentos.
- Vámonos de aquí. ¡A pasear ¡- dijo la Haba.
- No puedo - se quejó el Tomate - Me han quitado la piel y tengo tanto frío...
- A mí me pasa igual - añadió la Lechuga - me han arrancado algunas Hojas y ya no puedo soportar la Escarcha.
- ¡Oh!, no os preocupéis - los tranquilizó la Haba. - Tengo unos zapatos nuevos con los que puedo salir de aquí y traeros alguna ropa. - Diciendo esto, saltó de la mesa y huyó por la ventana.
No tardó en volver. ¿Sabéis con qué?, con un abrigo de lana para el Tomate y una manta para la Lechuga.
Así, los tres se fueron de la casa muy contentos.