DE MADRUGADA
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¡Con qué placer el labrador honrado,
al mirar que la aurora le acaricia,
del trabajo se entrega a la delicia
sin tener otro afán ni otro cuidado!
¡Con qué placer el navegante osado,
que del viento la ráfaga codicia,
de la lumbre del sol, siempre propIcia,
goza el primer destello nacarado!
¡Con qué placer absorben los rosales
las perlas cuyo número infinito
del reciente chubasco da señales!
¡Con qué placer despierta el pajarillo!
Y yo; con qué placer, en horas tales,
acostumbro a dormir como un bendito!.
Manuel del Palacio.
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¡Con qué placer el labrador honrado,
al mirar que la aurora le acaricia,
del trabajo se entrega a la delicia
sin tener otro afán ni otro cuidado!
¡Con qué placer el navegante osado,
que del viento la ráfaga codicia,
de la lumbre del sol, siempre propIcia,
goza el primer destello nacarado!
¡Con qué placer absorben los rosales
las perlas cuyo número infinito
del reciente chubasco da señales!
¡Con qué placer despierta el pajarillo!
Y yo; con qué placer, en horas tales,
acostumbro a dormir como un bendito!.
Manuel del Palacio.
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