EL TOQUE DE ORACIÓN
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La campana que en grave melodía,
Trayendo paz al ánimo cobarde,
Saluda la primera luz del día,
Y el último destello de la tarde.
Al alma enardecida o congojada,
Una vez y otra vez dice, Dios santo,
Que la aurora es la luz de tu mirada,
Que es la noche la sombra de tu manto;
Y me avisa, enfrenando mis pasiones
O alentando mi espíritu medroso;
Que tus ojos vigilan mis acciones
Y tu manto cobija mi reposo.
Ella mi mente al despertar recrea,
Ella a mis noches da blando beleño;
Y por ella es fecunda mi tarea,
Y es por ella pacífico mi sueño.
Sonoro bronce cuya voz sagrada
Mis amarguras en amor convierte:
Cuando su yerta mano descarnada
Ponga en mi pecho la implacable muerte,
Saluda, a un tiempo, en himno de victoria
La postrímera luz pálida y fría
De esta vil existencia transitoria,
Y el sol naciente de mi eterno día.
Federico Balart.
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La campana que en grave melodía,
Trayendo paz al ánimo cobarde,
Saluda la primera luz del día,
Y el último destello de la tarde.
Al alma enardecida o congojada,
Una vez y otra vez dice, Dios santo,
Que la aurora es la luz de tu mirada,
Que es la noche la sombra de tu manto;
Y me avisa, enfrenando mis pasiones
O alentando mi espíritu medroso;
Que tus ojos vigilan mis acciones
Y tu manto cobija mi reposo.
Ella mi mente al despertar recrea,
Ella a mis noches da blando beleño;
Y por ella es fecunda mi tarea,
Y es por ella pacífico mi sueño.
Sonoro bronce cuya voz sagrada
Mis amarguras en amor convierte:
Cuando su yerta mano descarnada
Ponga en mi pecho la implacable muerte,
Saluda, a un tiempo, en himno de victoria
La postrímera luz pálida y fría
De esta vil existencia transitoria,
Y el sol naciente de mi eterno día.
Federico Balart.
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