EL TRINO
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Pájaros hay que el pío por el pío
dan, en el más recóndito verdor
de la rama; la merla, el ruiseñor
y la zumaya: enamorado trío.
¡Pios en soledad!... Bajo lo umbrío
reluce más, anónimo, el tenor,
que, si se ven que le miran, el amor
de aquella devoción torna en desvío.
¡Qué primor!: ¡qué pudor, y qué exquisito,
el del pájaro simple y soberano
que ni pide ni sufre espectadores!
¡Ay, qué extremo del vuestro mi prurito,
desvelándose siempre por el vano
eco, merlas zumayas, ruiseñores!
Miguel Hernandez.
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Pájaros hay que el pío por el pío
dan, en el más recóndito verdor
de la rama; la merla, el ruiseñor
y la zumaya: enamorado trío.
¡Pios en soledad!... Bajo lo umbrío
reluce más, anónimo, el tenor,
que, si se ven que le miran, el amor
de aquella devoción torna en desvío.
¡Qué primor!: ¡qué pudor, y qué exquisito,
el del pájaro simple y soberano
que ni pide ni sufre espectadores!
¡Ay, qué extremo del vuestro mi prurito,
desvelándose siempre por el vano
eco, merlas zumayas, ruiseñores!
Miguel Hernandez.
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