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EL GUIJARRO
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Despierto. Es la alta noche. La gran tiniebla, honda,
callada por la estancia se entró fúnebremente.
De mi yacija rústica entre la red crujiente
acurrucado escucho los pasos de la ronda.
Un vago pensamiento me asalta de repente:
en el colgante lecho que que a mi presión se ahonda
no soy sino un guijarro que yace en una honda,
no soy sino un guijarro con ánima y con mente.
No soy sino un guijarro. Mi libertad futura,
con vigorosa mano de hondero formidable,
aventará en la Vida la piedra de mi vida.
Goliath el policéfalo se juzga invulnerable;
más mas el guijarro es odio que se llama amargura
sobre las frentes múltiples es múltiple la herida.
Alfredo Arvelo Larriva.
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Despierto. Es la alta noche. La gran tiniebla, honda,
callada por la estancia se entró fúnebremente.
De mi yacija rústica entre la red crujiente
acurrucado escucho los pasos de la ronda.
Un vago pensamiento me asalta de repente:
en el colgante lecho que que a mi presión se ahonda
no soy sino un guijarro que yace en una honda,
no soy sino un guijarro con ánima y con mente.
No soy sino un guijarro. Mi libertad futura,
con vigorosa mano de hondero formidable,
aventará en la Vida la piedra de mi vida.
Goliath el policéfalo se juzga invulnerable;
más mas el guijarro es odio que se llama amargura
sobre las frentes múltiples es múltiple la herida.
Alfredo Arvelo Larriva.
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