EL AUTOMÓVIL Y EL BURRO
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Apólogo
-------
Por una carretera
de no sé que pueblo,
corre el automóvil
veloz como el viento.
La ronca bocina
suena con estruendo
para que se quiten
estorbos del medio.
Así lo hace el pobre
burro del yesero,
escaso de carnes
y débil de remos,
que, todo asustado
del carro moderno,
levanta el hocico
mirando a su dueño,
que va a píe a su lado
por ahorrarse peso.
- ¿A dónde va el burro?
dijo, sonriendo,
el chauffeur altivo,
así, con desprecio.
-A buscar la cuadra,
contesta el sujeto
que a pie, junto al burro
subía el repecho,
- ¿Falta mucho?
- ¡Digo!
Faltan por lo menos
tres leguas y media.
-Pues por lo que veo,
y según el paso
que lleva el jumento,
será tardecito
cuando llegue al pueblo.
- ¡Arre, burro! ¡Arre!
replicó el yeserp.
Soltó al automóvil
el chauffeur el freno
y, sin despedirse
escapó ligero.
A media hora.
poco más o menos
al ganar el burro
el alto de un cerro,
miró con espanto
un cuadro siniestro.
Sobre la cuneta
contra un tronco viejo,
se había estrellado
el carro moderno.
Rota la cabeza
el chauffeur soberbio,
miró con envidia
al pobre jumento,
y entonces con sorna,
le dijo al yesero:
- ¡Feliz viaje, amigo!
Y, por lo que veo,
será tardecito
cuando llegue al pueblo.
No sirve en el mundo
el correr sin freno
ni el grande se ría
jamás del pequeño,
porque caminando
con el mismo objeto,
un sabio imprudente
se salta los sesos
y hay muchos borricos
que llegan primero.
José Jacksón Veyán.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
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Apólogo
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Por una carretera
de no sé que pueblo,
corre el automóvil
veloz como el viento.
La ronca bocina
suena con estruendo
para que se quiten
estorbos del medio.
Así lo hace el pobre
burro del yesero,
escaso de carnes
y débil de remos,
que, todo asustado
del carro moderno,
levanta el hocico
mirando a su dueño,
que va a píe a su lado
por ahorrarse peso.
- ¿A dónde va el burro?
dijo, sonriendo,
el chauffeur altivo,
así, con desprecio.
-A buscar la cuadra,
contesta el sujeto
que a pie, junto al burro
subía el repecho,
- ¿Falta mucho?
- ¡Digo!
Faltan por lo menos
tres leguas y media.
-Pues por lo que veo,
y según el paso
que lleva el jumento,
será tardecito
cuando llegue al pueblo.
- ¡Arre, burro! ¡Arre!
replicó el yeserp.
Soltó al automóvil
el chauffeur el freno
y, sin despedirse
escapó ligero.
A media hora.
poco más o menos
al ganar el burro
el alto de un cerro,
miró con espanto
un cuadro siniestro.
Sobre la cuneta
contra un tronco viejo,
se había estrellado
el carro moderno.
Rota la cabeza
el chauffeur soberbio,
miró con envidia
al pobre jumento,
y entonces con sorna,
le dijo al yesero:
- ¡Feliz viaje, amigo!
Y, por lo que veo,
será tardecito
cuando llegue al pueblo.
No sirve en el mundo
el correr sin freno
ni el grande se ría
jamás del pequeño,
porque caminando
con el mismo objeto,
un sabio imprudente
se salta los sesos
y hay muchos borricos
que llegan primero.
José Jacksón Veyán.
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