CANDILAZO
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Por la erguida cresta de la negra montaña
viene la tormenta, ceñuda y airada,
le antecede el viento, que dobla las cañas,
cimbrea los juncos y agita las parras.
Chispazos de lluvia vibrando se clavan
en el suelo ansioso de frescura y agua;
las tejas repican con voces cascadas,
y dan las veletas sus notas metálicas.
El duro granizo extiende y desata
de cables tendidos, la sábana blanca,
y las fuertes cuentas rebotan y saltan
en árboles, piedras, paseos y casas.
Del plátano verde por las hojas anchas,
alzan los granizos sonoras escalas;
la parra es un témpano que vibra y que encanta,
el sauce una lira y el álamo un arpa.
Las voces de auxilio, que tristes se exhalan,
el ruido de vientos perdidos cabalgan;
deshecho su idilio, los pastores vagan
tras de sus dispersos rebaños de cabras.
Es todo un lamento, un llover de lágrimas;
batallan los vientos con fuerza humana,
y la luz funesta del trágico drama
es la del relámpago que lívido pasa.
**** **** *****
De la lluvia luego, pacífica y mansa,
el arco uniforme resuena en las ramas;
el iris brillante que enciende sus bandas
con arco de triunfo los cielos escala.
Brilla el candilazo en huertas, montañas,
collados y ríos, laderas y playas;
la mar resplandece a fuego dorada,
los lagos son oro, las crestas son llamas.
Muestra el horizonte candelas de grana;
el cielo se incendia, los montes se abrasan;
destellan las fuentes, y en ellas igualan
corales de piedra, rubíes de aguas.
*** *** ****
Cuando lejos resuena la recia tronada,
entre el candilazo que todo lo inflama,
sobre los granizos los niños se agarran,
para hollar la alfombra de perlas nevadas.
Salvador Rueda
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Por la erguida cresta de la negra montaña
viene la tormenta, ceñuda y airada,
le antecede el viento, que dobla las cañas,
cimbrea los juncos y agita las parras.
Chispazos de lluvia vibrando se clavan
en el suelo ansioso de frescura y agua;
las tejas repican con voces cascadas,
y dan las veletas sus notas metálicas.
El duro granizo extiende y desata
de cables tendidos, la sábana blanca,
y las fuertes cuentas rebotan y saltan
en árboles, piedras, paseos y casas.
Del plátano verde por las hojas anchas,
alzan los granizos sonoras escalas;
la parra es un témpano que vibra y que encanta,
el sauce una lira y el álamo un arpa.
Las voces de auxilio, que tristes se exhalan,
el ruido de vientos perdidos cabalgan;
deshecho su idilio, los pastores vagan
tras de sus dispersos rebaños de cabras.
Es todo un lamento, un llover de lágrimas;
batallan los vientos con fuerza humana,
y la luz funesta del trágico drama
es la del relámpago que lívido pasa.
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De la lluvia luego, pacífica y mansa,
el arco uniforme resuena en las ramas;
el iris brillante que enciende sus bandas
con arco de triunfo los cielos escala.
Brilla el candilazo en huertas, montañas,
collados y ríos, laderas y playas;
la mar resplandece a fuego dorada,
los lagos son oro, las crestas son llamas.
Muestra el horizonte candelas de grana;
el cielo se incendia, los montes se abrasan;
destellan las fuentes, y en ellas igualan
corales de piedra, rubíes de aguas.
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Cuando lejos resuena la recia tronada,
entre el candilazo que todo lo inflama,
sobre los granizos los niños se agarran,
para hollar la alfombra de perlas nevadas.
Salvador Rueda
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