HORTIGUELA: ROMANCE DE LOS INFANTES DE LARA. III...

ROMANCE DE LOS INFANTES DE LARA. III
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Anda Córdoba y su tierra-el pueblo todo alterado,
no por mal ni por revuelta-sino de regocijado.
Hacen todos algazara-y se tocan con las manos,
abrázanse unos a otros-a Mahoma gracias dando
y el común y principal-sale con gran grito al campo,
los hombres con ricas lanzas-y los niños griteando,
a recibir a Alexante-que de Castilla ha tornado,
con la más brava victoria-que jamás volvió pagano.
No la guanó bueno a bueno- que un traidor se la ha entregado,
y por esta causa el moro-viene muy regocijado,
delante todos los suyos-en un gran caballo bayo,
enjaezado a la morisca-con un jaez encarnado.
La mariota traia blanca-y el albornoz colorado,
y el brazo blanco y belloso-hasta el codo arremangado,
y en él una rica lanza-y en ella un pendón labrado
por las manos de una mora-de quien era aficionado.
Ocho cabezas traía-en el arzón del caballo,
colgadas de los cabellos-que se vienen desangrando,
las siete son de mancebos-la otra de un viejo anciano.
Y llegando que llegó-a donde se hubo apeado,
al viejo Gonzalo Bustos-las tristes nuevas le han dado.
El viejo que aquesto oyera-el corazón le dió un salto,
no porque sabe lo que es-sino que imagina el caso.
Mandole llamar ante él,-las cabezas le ha mostrado;
dícele con aguenía:- ¿Conoces algún cristiano?"
Míralas por todas partes-y límpialas con un paño,
y ansí vino a conocer-que eran las que había engendrado.
"Santo Dios, grande es mi culpa-decía el viejo cuitado,
muy grande pena merezco-pues tanto apretais la mano,"
y diciendo estas razones un pajarillo le ha dado.
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