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HORTIGUELA: EL HORTELANO Y SU SEÑOR...

EL HORTELANO Y SU SEÑOR
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Fábula
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Un individuo mitad burgués, mitad patán;
hortelano de oficio, en cierto lugar
poseía un huerto muy bien cercado y
cuidado. El hombre había cercado su coto
con plantas vivaces; allí crecía en libertad
la acedera y la lechuga, y con qué hacer a
Margarita, para su santo, su ramo: escasos
jazmines de España pero abundante tomillo.
Mas éste paraíso fue turbado por una liebre,
y nuestro jardinero fue a quejarse al señor
del burgo.
-Este animal maldito-le dijo-, viene a llenarse
la tripa. Ríese de los lazos, y se burla de los
palos y las piedras. En mi opinión es brujo.
- ¿Brujo? -repuso el señor-. ¡No le valdrá conmigo!
¡Si fuera diablo, mi perro lo atraparía en seguida!
Yo te libraré del bicho, buen hombre, a fe mía.
- ¿Y cuándo?
-Mañana mismo, confía.
Cerrado el trato, al otro día llega el señor con
sus gentes.
- ¡Venga el almuerzo!-grita-. ¿Tienes pollos tiernos?
¡Eh muchacha, acércate acá que te veamos!
¿Cuándo la casamos buen hombre? ¡Tendrás que
rascarte entonces la talega!.
Y diciendo estas palabras, sienta a su lado la
hija del rústico, la coge una mano, luego un brazo,
alza la punta del pañuelo, libertades todas de
las cuales se defiende la doncella con gran
respeto. El padre al fin se escama, mientras se
hace un gran ruido en la cocina.
¿De cuándo son tus jamones? ¡Tienen buena cura!
-Señor son para vos.
-Bien, bien de corazón los recibo.
Almuerza el señor con abundancia, y lo mismo
hace su tropa, perros, caballos y criados todos
con gran apetito. Manda en casa de su huésped;
tómase libertades, bebe el vino, acaricia a
su hija. Al fin, el estrépito de los cazadores
sucede al almuerzo. Todos se animan y se preparan.
Suenan los cuernos y trompetas. El rústico esta
boquiabierto.
Y fue peor el caso, que el pobre huerto y sus
legumbres quedó destrozado en un momento.
¡Adiós plantas y hortalizas!, ¡Adiós el rústico
puchero! La liebre en tanto se oculta bajo una
berza gigante: lanzan tras ella los perros; huye
la infeliz por un agujero. ¡Digo un agujero!
¡Una brecha ancha y horrible mandada hacer
por el señor en el seto, para poder salir del
huerto a todo galope!
El patán se lamenta: ¡Caray con los juegos de
príncipe! Hombres y perros hicieron más daño en
una hora que hubieran podido hacer en un siglo
todas las libres del reino.
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Resolved entre vosotros, pequeños príncipes,
vuestras querellas. Si llamáis a los reyes,
seréis bien locos. ¡No los mezcléis en
vuestras asuntos, ni los dejéis entrar en
vuestras tierras.

La Fontaine
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