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HORTIGUELA: EL ARBITRAJE DE LA ZORRA...

EL ARBITRAJE DE LA ZORRA
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Fábula
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Un labrador, cansado de ver como sus bueyes
por más que los gobierna, nunca acaban derechos,
dábase a los demonios y tomándolo a pecho
renegaba mil veces gritando con furor:
"Ojalá os devore mal lobo carnicero..."
(Y un lobo que esto oía, gozosos le esperaba,
relamiéndose ingenuo pués él imaginaba,
que iba a darle de veras su yunta el labrador.)

Pero aguardaba en vano. Luego, al caer la noche,
el labrador los bueyes lleva tranquilamente
a encerrar en la cuadra. Ve el lobo que desmiente
tan sensata conducta la irritación de ayer.

Entonces se impacienta y al rústico dice:
"Pues bien, ¿no deseabas que te devore la yunta?
Ya estoy aquí dispuesto. Y te hago una pregunta:
¿Cuando quieres que empiece? Te doy a complacer..."

El rústico suspenso hállase ante el conflicto.
Dar al lobo sus bueyes nunca había pesado
por mucho que la yunta le haya desesperado
y así luego responde:"- ¡Bah! sólo fué un decdir..."
Más con esas palabras no está el pleito resuelto.
Llámase el lobo a engaño, al labrador increpa
y amenaza furioso:"-Ni una duda te quepa,
o cumples tu palabra, o dejas de existir"

Sin llegar a un acuerdo largamente discuten.
Al final para remate a este pleito enojoso,
deciden someterse al criterio juicioso,
de un árbitro que falle como supremo juez.
Cierta raposa entonces con ellos tropieza,
inquiere lo que ocurre. Enterada a servirlos
de árbitro se ofrece. Pero antes quiere oirlos
aisladamente a entrambos, no a los dos a la vez.

Luego los litigante el arbitraje aceptan
y la zorra, en secreto al rústico asegura:
"Si me das dos gallinas, para la agricultura
podrás tu par de bestias sin miedo conservar".
El labrador contento las gallinas promete
y la astuta raposa dice al lobo al oido
de que, si en tal consientes, un queso te he de dar"

También el lobo acepta la propuesta del árbitro.
Avanza la noche, la raposa conduce
junto a un pozo profundo. Arriba luce
luna en plenilunio con todo su esplendor.
"-Hasta aquí te he guiado por que tu queso logres,
dice el lobo. Y la luna, viéndose reflejada
en el agua del pozo, añade: La mirada
dirige al fondo y dime: ¿viste un queso mayor?

Anda, baja y captura la pieza sin demora..."
Mas el lobo-aunque ingenuo-teme algún mal suceso
y dice a la raposa:" Me prometiste un queso,
pero no se convino el irlo yo a buscar.
Por tanto, hermana zorra, tú serás quien lo traiga.
Móntate en esa herrada, baja con ligereza
y te haces con el queso. Si te estorba la pieza
para subir, lo dices, que yo te sabré ayudar"

La inteligente zorra se come la partida.
(Dos erradas había sujetas de manerá
que cuando una subía, la otra descendíera.)
Sin dudar, la raposa en una se montó.
Baja al fondo y sin prisa se demora un buen rato.
El lobo ve que tarda, teme que meta el diente
al queso. Y a su aliada pregúntale impoaciente:
" ¿Qué haces amiga zorra? ¿Puedo ayudarte yo?"

Y aquella socarrona responde:"-Es que es muy grande,
no puedo, sin tu ayuda, llevármelo hasta arriba.
Baja aquí en la otra herrada-añade persuasiva-
y entre amos lograremos el queso acarrear."
El lobo muerde el cebo, sigue el sagaz consejo
y al bajar en la herrada, en la otra la raposa,
siendo menor su peso, sube vertiginosa
y en llegando a lo alto se da prisa a saltar.

Queda el lobo, por torpe, en pozo encerrado.
Y su desgracia brinda un consejo certero:

Cambiar el bien presente por otro venidero,
es insigne locura que jamás traerá bien.
Y dar nuetras querellas a que sean juzgadas
por malos mediadores o por venales jueces,
es hacer lo posible porque, ochenta en cien veces,
pierda nuestro derecho. No lo olvides. Amén.

Esopo
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