EL DESTINO
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Escrito estaba, si: se rompe en vano
una vez y otra la fatal cadena,
y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
a tomar siempre al cautivo rudo,
y yo obediente acudo,
restaurando eslabones
que cada vez más rígidos me oprimen:
pues del yugo fatal no me redimen
de mi altivez postrera convulsiones.
¡Heme aquí! ¡tuya soy! ¡dispón, Destino
de tu víctima dócil! Yo me entrego
cual hoja seca al raudo torbellino
que arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡heme aquí! ¡todo lo puedes!
Tu capricho es mi ley; sacia tu saña...
Pero sabe ¡oh cruel! que no me engaña
la sonrisa falaz que hoy me concedes.
Getrudis Goméz de Avellaneda.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-. -.-
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Escrito estaba, si: se rompe en vano
una vez y otra la fatal cadena,
y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
a tomar siempre al cautivo rudo,
y yo obediente acudo,
restaurando eslabones
que cada vez más rígidos me oprimen:
pues del yugo fatal no me redimen
de mi altivez postrera convulsiones.
¡Heme aquí! ¡tuya soy! ¡dispón, Destino
de tu víctima dócil! Yo me entrego
cual hoja seca al raudo torbellino
que arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡heme aquí! ¡todo lo puedes!
Tu capricho es mi ley; sacia tu saña...
Pero sabe ¡oh cruel! que no me engaña
la sonrisa falaz que hoy me concedes.
Getrudis Goméz de Avellaneda.
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