CANTO DE GOLONDRINA
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Dejé el alero donde vivía.
y crucé los mares, luego torné;
mas el alero ya no existia
que fue mi cuna que tanto amé.
Busqué otro techo donde abrigarme,
y lo hallé rico; ¡mas ¡ay de mi!
que yo no puedo nunca olvidarme
del pobre techo donde nací.
Mis tiernos padres allí miraron
por vez primera la luz brillar,
y allí más tarde me acariciaron,
fuerza me dieron y me eché a volar.
Naturaleza me dió un tesoro,
que siempre avara gocé feliz,
ya en el insecto volatil de oro,
ya en el rastrero, rico en matiz.
Y entrelos brillos matutidinales
valles y montes atravesé;
rocé mis plumas con los rosales
y en los arroyos me reflejé.
A donde quise llevé mi vuelo
entre horizontes, luz y arrebol;
y en todas partes encontré cielo
y encontré nubes, y encontré sol.
Y si afanosa pasó la vida;
si me miraron todos pasar
cual ave errante que va perdida,
volando a locas sin reposar,
fuéronme oasis los más seguros
para el descanso reparador,
las altas torres, los viejos muros
y el techo humilde del labrador.
Mas hoy advierto, cansada y triste,
que mi reposo me lo dejé
con el alero que ya no existe,
que fue mi cuna que tanto amé.
Domingo Ramón Hernandez.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-. -.-
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Dejé el alero donde vivía.
y crucé los mares, luego torné;
mas el alero ya no existia
que fue mi cuna que tanto amé.
Busqué otro techo donde abrigarme,
y lo hallé rico; ¡mas ¡ay de mi!
que yo no puedo nunca olvidarme
del pobre techo donde nací.
Mis tiernos padres allí miraron
por vez primera la luz brillar,
y allí más tarde me acariciaron,
fuerza me dieron y me eché a volar.
Naturaleza me dió un tesoro,
que siempre avara gocé feliz,
ya en el insecto volatil de oro,
ya en el rastrero, rico en matiz.
Y entrelos brillos matutidinales
valles y montes atravesé;
rocé mis plumas con los rosales
y en los arroyos me reflejé.
A donde quise llevé mi vuelo
entre horizontes, luz y arrebol;
y en todas partes encontré cielo
y encontré nubes, y encontré sol.
Y si afanosa pasó la vida;
si me miraron todos pasar
cual ave errante que va perdida,
volando a locas sin reposar,
fuéronme oasis los más seguros
para el descanso reparador,
las altas torres, los viejos muros
y el techo humilde del labrador.
Mas hoy advierto, cansada y triste,
que mi reposo me lo dejé
con el alero que ya no existe,
que fue mi cuna que tanto amé.
Domingo Ramón Hernandez.
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