RAYA LA NACIENTE LUNA
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Romance.
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Raya la naciente luna
en la cumbre del Oreb,
y armado un fuerte guerrero
en la campiña se ve.
Al melancólico rayo
brilla una cruz en su arnés:
paladín es que defiende
la santa Jerusalén.
Del Jordán camina al paso,
siguiendo el curso tal vez
ricamente enjaezado
su gallardo palafrén.
En tanto a su encuentro sale
un árabe en su corcel,
con lanza corta y alfanje
y reluciente pavés.
Al trotar crujen sus armas,
y el paladín, que lo ve
suelta al caballo la rienda
y arranca contra el infiel.
Pronto el árabe se apresta
ganoso de gloria y prez
y, el diestro brazo a la espalda,
tira gallardo a ofender.
La lanza vuela silbando,
y del cristiano a los pies,
perdido el tiro penetra,
la tierra haciendo tremer.
"Ríndete moro le grita,
tu recio furor detén,
yo soy Ricardo"-" ¿Qué importa
si yo soy Abenamet?
Y un bárbaro golpe fiero
le descarga al responder,
y su alfanje damasquino
el yelmo taja a cercén.
Ya un hacha tremenda agita
sañudo el monarca inglés,
que hiende el turbante y hiende
la cabeza del infiel;
hacha grave que ninguno
de cuantos visten arnés,
y aun entrambas manos,
pudiera apenan mover.
Espronceda.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
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Romance.
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Raya la naciente luna
en la cumbre del Oreb,
y armado un fuerte guerrero
en la campiña se ve.
Al melancólico rayo
brilla una cruz en su arnés:
paladín es que defiende
la santa Jerusalén.
Del Jordán camina al paso,
siguiendo el curso tal vez
ricamente enjaezado
su gallardo palafrén.
En tanto a su encuentro sale
un árabe en su corcel,
con lanza corta y alfanje
y reluciente pavés.
Al trotar crujen sus armas,
y el paladín, que lo ve
suelta al caballo la rienda
y arranca contra el infiel.
Pronto el árabe se apresta
ganoso de gloria y prez
y, el diestro brazo a la espalda,
tira gallardo a ofender.
La lanza vuela silbando,
y del cristiano a los pies,
perdido el tiro penetra,
la tierra haciendo tremer.
"Ríndete moro le grita,
tu recio furor detén,
yo soy Ricardo"-" ¿Qué importa
si yo soy Abenamet?
Y un bárbaro golpe fiero
le descarga al responder,
y su alfanje damasquino
el yelmo taja a cercén.
Ya un hacha tremenda agita
sañudo el monarca inglés,
que hiende el turbante y hiende
la cabeza del infiel;
hacha grave que ninguno
de cuantos visten arnés,
y aun entrambas manos,
pudiera apenan mover.
Espronceda.
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