OFRENDA
=======
Dedicada a sus amigos de Gijón, al aparecer
su "Manual de Espuma.
.....................
Cuando a vosotros vine, regresaba de un viaje
-mieses agavilladas, calles color de anís-.
Se apagaba el verano, y en mi retina traje
amarillo de Soria y grises de París.
¿Comprendeis mi secreto? Mi oido era una urna
de castas soledades armoniosas de insectos,
de músicas, de dancings, donde la moda turna
ritmos disciplinados en compases perfectos.
Y yo desde la costa, frente al arco de Abra,
pastoreaba antiguos rebaños de emociones,
y quebraba un marisco o una bella palabra
para ver qué escondían en sus caparazones.
Delicia de los ojos. Playa de San Lorenzo,
de Este a Oeste extendido un manto de canela.
La mirada perdida en el confín del lienzo.
Y el mar me iba ofreciendo su muestrario de espumas
de jabón de gris plata, de licor verde de fresa,
Efímeras estrellas disueltas entre brumas
para el hombre que sufre y la mujer que besa.
Naturaleza y Arte. La lección de insistencia,
de reiterado impuso, de eternas tentativas.
Porque el mar sólo es eso. Voluntad de presencia
y un ensayo paciente de estrofas sucesivas.
Así para mis versos cursé el aprendizaje
buscando un equilibrio de belleza madura,
en esta villa vuestra que aún es casi paisaje
y no tiene dos casas de la misma estatura.
¿Vuestra? Y mía también. Devané en ella el ocio
que se tradujo en flores de una inútil poesía.
Pero no es todo estéril. Cumplí ese sacerdocio
de enseñar lo que apenas se aprende día a día.
Amigos: A vosotros estos versos de ofrenda
y a vuestra villa honrada del carbón y del navío.
Camino a la Belleza planté en ella mi tienda.
La ruta es imposible, pero el norte ya es mío.
El mapamundi me abre sus dos valvas gemelas.
Cruje de ociosas brisas mi náutico aparejo.
Acompañadme en tanto a remendar las velas
y a educir el elástico tubo del catalejo.
Gerardo Diego.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
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Dedicada a sus amigos de Gijón, al aparecer
su "Manual de Espuma.
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Cuando a vosotros vine, regresaba de un viaje
-mieses agavilladas, calles color de anís-.
Se apagaba el verano, y en mi retina traje
amarillo de Soria y grises de París.
¿Comprendeis mi secreto? Mi oido era una urna
de castas soledades armoniosas de insectos,
de músicas, de dancings, donde la moda turna
ritmos disciplinados en compases perfectos.
Y yo desde la costa, frente al arco de Abra,
pastoreaba antiguos rebaños de emociones,
y quebraba un marisco o una bella palabra
para ver qué escondían en sus caparazones.
Delicia de los ojos. Playa de San Lorenzo,
de Este a Oeste extendido un manto de canela.
La mirada perdida en el confín del lienzo.
Y el mar me iba ofreciendo su muestrario de espumas
de jabón de gris plata, de licor verde de fresa,
Efímeras estrellas disueltas entre brumas
para el hombre que sufre y la mujer que besa.
Naturaleza y Arte. La lección de insistencia,
de reiterado impuso, de eternas tentativas.
Porque el mar sólo es eso. Voluntad de presencia
y un ensayo paciente de estrofas sucesivas.
Así para mis versos cursé el aprendizaje
buscando un equilibrio de belleza madura,
en esta villa vuestra que aún es casi paisaje
y no tiene dos casas de la misma estatura.
¿Vuestra? Y mía también. Devané en ella el ocio
que se tradujo en flores de una inútil poesía.
Pero no es todo estéril. Cumplí ese sacerdocio
de enseñar lo que apenas se aprende día a día.
Amigos: A vosotros estos versos de ofrenda
y a vuestra villa honrada del carbón y del navío.
Camino a la Belleza planté en ella mi tienda.
La ruta es imposible, pero el norte ya es mío.
El mapamundi me abre sus dos valvas gemelas.
Cruje de ociosas brisas mi náutico aparejo.
Acompañadme en tanto a remendar las velas
y a educir el elástico tubo del catalejo.
Gerardo Diego.
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