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AMBICIONES INFANTILES
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Al comenzar el año, tres niñitos
caminaban, con lento caminar,
por un largo sendero que termina
donde empieza la dulce eternidad.
Marchaban cogidos de sus manos,
con el medroso y anhelante afán
que asienten los polluelos cuando dejan
la amorosa blandura del nidal.
Un anciano con barba de jazmines,
se detuvo mirándolos marchar;
los miró con la pena y el cariño
que hay en la senectud, toda bondad.
Y besando las frentes infantiles
-reflejos de inocencia angelical-
dijo el Señor San Pedro a los pequeños:
- ¡Pedid y se os dará!
-Yo quiero una trompeta y un caballo-
habló el mayor con ambición audaz
-Yo soldados de plomo, ¡muchos, muchos!
el segundo exclamó sin vacilar
-Para cuanto pidáis-dijo el Señor Pedro,-
Nuestro Padre y Señor propicio está-
Avanzó el Benjamín; fue su plegaria
cual perfume de incienso ante el altar:
Señor, sólo te pido para el año,
que nunca en nuestra casa falte pan...
¡Tu no sabes, Señor, lo que me aflige
ver que llora mamá!.
M. E. Blanco Belmonte
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Al comenzar el año, tres niñitos
caminaban, con lento caminar,
por un largo sendero que termina
donde empieza la dulce eternidad.
Marchaban cogidos de sus manos,
con el medroso y anhelante afán
que asienten los polluelos cuando dejan
la amorosa blandura del nidal.
Un anciano con barba de jazmines,
se detuvo mirándolos marchar;
los miró con la pena y el cariño
que hay en la senectud, toda bondad.
Y besando las frentes infantiles
-reflejos de inocencia angelical-
dijo el Señor San Pedro a los pequeños:
- ¡Pedid y se os dará!
-Yo quiero una trompeta y un caballo-
habló el mayor con ambición audaz
-Yo soldados de plomo, ¡muchos, muchos!
el segundo exclamó sin vacilar
-Para cuanto pidáis-dijo el Señor Pedro,-
Nuestro Padre y Señor propicio está-
Avanzó el Benjamín; fue su plegaria
cual perfume de incienso ante el altar:
Señor, sólo te pido para el año,
que nunca en nuestra casa falte pan...
¡Tu no sabes, Señor, lo que me aflige
ver que llora mamá!.
M. E. Blanco Belmonte
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