¡FRÍO!
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Estaba solo, Olvidado del mundo,
y contemplaba en la desierta calle
la centella veloz que en un segundo
me mostraba tal tenebroso valle.
Un espantoso frío estremecía.
El alma tenebrosa se asomaba
a la noche sombría y se miraba
en la pálida estrella que moría.
El siniestro clamor del viento helado
parecía una voz que desde la tumba
recorría el espacio desolado.
Sentí miedo; terror a lo infinito,
y vi las negras alas de la muerte
y escuché de Natura el ronco grito.
Antonio Camacho Gómez.
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Estaba solo, Olvidado del mundo,
y contemplaba en la desierta calle
la centella veloz que en un segundo
me mostraba tal tenebroso valle.
Un espantoso frío estremecía.
El alma tenebrosa se asomaba
a la noche sombría y se miraba
en la pálida estrella que moría.
El siniestro clamor del viento helado
parecía una voz que desde la tumba
recorría el espacio desolado.
Sentí miedo; terror a lo infinito,
y vi las negras alas de la muerte
y escuché de Natura el ronco grito.
Antonio Camacho Gómez.
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