MADRE
=====
No sabes, ingrato,
lo que es una madre,
cuando no la sientes,
cuando no la lloras
con gotas de sangre.
¿No ves en mis ojos
lágrimas constantes?
¿No ves los suspiros que exhala
mi pecho y escalan los aires?
Son tristes memorias
de añejos pesares,
son ecos de penas
que nunca se acaban,
que siempre renacen.
Es sólo el recuerdo
que deja una madre,
volando del mundo,
tendiendo a la altura
sus alas de Ángel.
¡Qué triste sin ella
mis horas se hacen!
¡Sin ella mi casa
parece un sepulcro
en medio del valle!
El cielo cubierto
de oscuros celajes,
parece que sufre,
que llora mis penas
cada vez más grandes.
¡Hasta el arroyuelo
que entre flores nace,
las verdes orillas
con tintes oscuros
copia en sus cristales!
Los bosques murmuran
plegarias y ayes,
sombras de crepúsculos
los montes escalan.
¡No cantan las aves!
Y al llegar la noche,
y al morir la tarde,
entre aquellas sombras
que bajan del cielo,
yo miro su imagen.
Su imagen que llega,
callada, flotante
rozando mi frente,
besando mis labios
con besos suaves.
......................
¡Madre! ¡Madre mía,
tu nombre me atrae,
parece una nota
de célicas arpas
que pulsan los ángeles!
Ritmos que modulan
florestas y valles,
alados suspiros
que elevan las olas
de rizados mares.
No curan los años,
ni el tiempo mutable,
heridas profundas
que penas tan fieras
en el pecho abren.
De eternas raíces
son estos pesares,
que sin estaciones
retoñan y crecen
fuertes y constantes.
¡Madre, si a tu cielo
llegan mis cantares,
si llega este llanto
que riega las flores
que en tu fosa nacen,
mira como siempre
te recuerdo amante,
que aun muerta
palpitas dentro de mi alma
y no sé olvidarte.
Narciso Díaz de Escobar.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
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No sabes, ingrato,
lo que es una madre,
cuando no la sientes,
cuando no la lloras
con gotas de sangre.
¿No ves en mis ojos
lágrimas constantes?
¿No ves los suspiros que exhala
mi pecho y escalan los aires?
Son tristes memorias
de añejos pesares,
son ecos de penas
que nunca se acaban,
que siempre renacen.
Es sólo el recuerdo
que deja una madre,
volando del mundo,
tendiendo a la altura
sus alas de Ángel.
¡Qué triste sin ella
mis horas se hacen!
¡Sin ella mi casa
parece un sepulcro
en medio del valle!
El cielo cubierto
de oscuros celajes,
parece que sufre,
que llora mis penas
cada vez más grandes.
¡Hasta el arroyuelo
que entre flores nace,
las verdes orillas
con tintes oscuros
copia en sus cristales!
Los bosques murmuran
plegarias y ayes,
sombras de crepúsculos
los montes escalan.
¡No cantan las aves!
Y al llegar la noche,
y al morir la tarde,
entre aquellas sombras
que bajan del cielo,
yo miro su imagen.
Su imagen que llega,
callada, flotante
rozando mi frente,
besando mis labios
con besos suaves.
......................
¡Madre! ¡Madre mía,
tu nombre me atrae,
parece una nota
de célicas arpas
que pulsan los ángeles!
Ritmos que modulan
florestas y valles,
alados suspiros
que elevan las olas
de rizados mares.
No curan los años,
ni el tiempo mutable,
heridas profundas
que penas tan fieras
en el pecho abren.
De eternas raíces
son estos pesares,
que sin estaciones
retoñan y crecen
fuertes y constantes.
¡Madre, si a tu cielo
llegan mis cantares,
si llega este llanto
que riega las flores
que en tu fosa nacen,
mira como siempre
te recuerdo amante,
que aun muerta
palpitas dentro de mi alma
y no sé olvidarte.
Narciso Díaz de Escobar.
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