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HORTIGUELA: Buenas tardes-noche. Javier. Ya veo que tenemos muchos...

Buenos días amig@s.
Hablando de flores... he recordado que, en los años que permanecí en mi feliz niñez en vuestro pueblo, allá por el 54-59, había unos días, creo que por el Corpus en la que nos encargaban ir a la dehesa a recoger con unos sacos las hojas (y no sé si estaban ya sus flores) de los gamones. Aquella "excursión" para mi era una gozada; niños y niñas ilusionados por la labor íbamos y veníamos entusiasmados, para luego en el pueblo derramarlas por las calles que iba a pasar la procesión.
Hablando de la dehesa (si es que los recuerdos no paran de fluir...) hubo un año que una de las hermanas de la familia que vivía frente a nuestra escuela y que debía vivir en la capital, se le ocurrió poner en una roca en la cima, subiendo por la dehesa, una postal o foto de una virgen en una especie de hornacina; cosa que se corrió por el pueblo y creo que atrayó a más de uno, decían que había tenido una aparición... ¡Vete tú a saber!
Saludos.

Otros recuerdos.
Me agradaría que algún colega más de la época de la que hablamos, participara con nosotros en revivir anécdotas de aquellos años. Seguro que alguno se acordará de la tenada, corral, cuadra, aquella que estaba a espaldas del hotel actual, debajo de la calle de la casa del cura, en la que unas vigas a media altura la sustentaban, sujetas en las paredes por las cuales se podía andar, dado que la pared que subía hasta el tejado se estrechaba y quedaba un espacio donde ya digo agarrándonos de espaldas a ella íbamos y veníamos, cruzando las vigas de parte a parte "jugándonos la vida...". Creo que lo hacíamos a la hora del recreo o bien los días que no teníamos escuela. Lo que no recuerdo era el sentido de tal "diversión", supongo se trataría de un juego que no alcanzo a recordar. Y es que en aquellos tiempos, cuando estábamos todo el día (casi todo) en la calle o disfrutando de la naturaleza cercana, nos servía cualquier cosa ¿Quién no se acuerda del juego del "INQUE", consistente en "armarse" de un palo, qué digo palo, un buen tronco (a nosotros, a mi hermano y a mi nos lo hacía nuestro padre) con buena punta y agarradera acorde con nuestras manos y ponerse en un cuadro de tierra a intentar clavarlo al tiempo que se intentaba tirar el que permanecía de pie del "contrincante?. Pues eso, que disfrutábamos con cualquier cosilla.
Saludos.

Buenas tardes-noche. Javier. Ya veo que tenemos muchos recuerdos comunes que aun perduran; si bien algunos ya se hayan quedado desvanecidos. ¡Ojala!, como tu bien indicas entrase más gente en el foro nuestro, seguro
sería una gozada colectivas de experiencias vividas.
De las dos cosas que mencionas te las aclararé: La del Corral en concreto, que no tenada, pues en el primero se cerraban exclusivamente los equinos (mulas, yeguas, burros, y caballos). En este espacio se hallaban estos animales
antes y después de que la persona (pastor de los mismos) los sacara a pacer o bien después de traídos de una jornada los depositaba a todos allí y cada propietario de los animales iba a buscar el suyo cuando quería.
Respecto de este espacio, en efecto, había unas bigas de madera a unos tres o cuatro metros de altura que a los niños, nunca a las niñas, se nos antojaba trepar por las pareces de piedra y/o adobes y andábamos por las mismas cual equilibristas experimentados; pues en el improbable caso de caída accidentada no existía peligro ya que en el suelo del corral estaba la paja y algún que otro excremento. Respecto de sus paredes, algunas que eran de adobe
presentaban algunos huecos que a su través se accedía al antiguo Ayuntamiento. Tu lo has dicho: lo hacíamos porque
teníamos mucho tiempo libre después de salir del colegio y antes de que nuestros padres (me refiero a los labradores) regresasen del campo. Pero ello lo hacíamos siempre en ausencia de las caballerias, cuando llegaban
estas nosotros, momentos antes, salíamos volando como los gorriones.

Respecto la la segunda cuestión, te estas refiriendo al Juego de la "Mugueta", que no era otra cosa que una ligera estaca en la que se había practicado como un puntero y que practicábamos en la falda de San Millán en tiempo en que la tierra estaba fresca.
El Juego podía practicarse entre dos, tres cuatro o más niños. Se establecía un turno que todos debíamos respetar y en esencia era hincar dicho palo a la vez que con pericia debíamos derribar el de otro contrincante que lo tenía allí clavado mientras el nuestro quedaría hincado. Si eso conseguíamos, el premio o castigo, según de que parte se mire consistía en coger su "mugueta" y lanzarla muy lejos para que el perdedor tuviese que ir a buscarla.
Tan inocente como entretenido y sin tener que recurrir al "botellón" como se hace hoy en día.
Seguro que algún día podamos recordarlo en directo. Si tu lo quieres. mientras tanto este medio nos permite
contarlo para nosotros y también para otros que aunque no participan activamente me consta que nos siguen con sus lecturas. Un abrazo.