INVIERNO/ENERO
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¡Con qué graciosidad va la esquiadora,
Angélica y Montés, por una nieve
surcada como una tierra labrada!
¡Con qué velocidad! ¿Cómo se atreve
a tanto un pie, que si no miente, pesa?
¿Es que la gravedad se ha vuelto leve?
Saltea, baja, sube y sube: cesa
de saltear, subir y bajar, y manda,
sobre la pechiabierta paz montesa,
su ímpetu, su cuerpo, su volanda,
a un vacío, a un sin fín, a un salto, a un viento
que le pone la punta la bufanda.
Un exquisito verde ceniciento
y un delicado blanco casi oscuro
componen los azules del momento.
¡Qué puro que no soy!, ¡ay Dios, qué puro
que no soy ni seré, ¡ay!, ser quisiera,
y ¡que poco lo quiero y lo procuro!.
Vendrá otra vez- ¡qué voy!- la Primavera
y darnos un pecado en una rosa,
y al cabo se su sol seré yo cera.
La alegría del frío dolorosa
se volverá tristeza...- ¡qué alegría!-
a formular mi pensamiento osa.
Este afán de pureza, esta osadía
de querer levantarme, y esta gana,
se tornarán terrena cobardía.
Mi ilustre soledad de esquila y lana
de hoy, ha de hacer viciosas amistades
con el higo, la pruna y la manzana.
¡Adiós, secreto de mis soledades!
¡Adiós, mi voluntad y continencia!
¡Adiós Miguel el de las tempestades
con tu carne, tu alma, tu conciencia!
Evitaré, Señor, tu azul persona,
que dolencia quitó quien puso ausencia.
Miguel Hernandez.
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¡Con qué graciosidad va la esquiadora,
Angélica y Montés, por una nieve
surcada como una tierra labrada!
¡Con qué velocidad! ¿Cómo se atreve
a tanto un pie, que si no miente, pesa?
¿Es que la gravedad se ha vuelto leve?
Saltea, baja, sube y sube: cesa
de saltear, subir y bajar, y manda,
sobre la pechiabierta paz montesa,
su ímpetu, su cuerpo, su volanda,
a un vacío, a un sin fín, a un salto, a un viento
que le pone la punta la bufanda.
Un exquisito verde ceniciento
y un delicado blanco casi oscuro
componen los azules del momento.
¡Qué puro que no soy!, ¡ay Dios, qué puro
que no soy ni seré, ¡ay!, ser quisiera,
y ¡que poco lo quiero y lo procuro!.
Vendrá otra vez- ¡qué voy!- la Primavera
y darnos un pecado en una rosa,
y al cabo se su sol seré yo cera.
La alegría del frío dolorosa
se volverá tristeza...- ¡qué alegría!-
a formular mi pensamiento osa.
Este afán de pureza, esta osadía
de querer levantarme, y esta gana,
se tornarán terrena cobardía.
Mi ilustre soledad de esquila y lana
de hoy, ha de hacer viciosas amistades
con el higo, la pruna y la manzana.
¡Adiós, secreto de mis soledades!
¡Adiós, mi voluntad y continencia!
¡Adiós Miguel el de las tempestades
con tu carne, tu alma, tu conciencia!
Evitaré, Señor, tu azul persona,
que dolencia quitó quien puso ausencia.
Miguel Hernandez.
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