EN TODAS PARTES
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En los montes de encinas seculares
donde toda raíz profunda arraiga,
todo tronco en columna inconmovible
y brazo de gigante toda rama;
allí donde en la vida se suceden,
cual recordando lo que nunca acaba,
el estallido de la yema nueva
y el caer funeral de la hojarasca,
allí, Señor, del tiempo,
te siente Eterno el alma.
Con las pupilas y la mente hundidas
en los espacios de las noches claras;
en las orillas de los mares hondos
con el oído abierto a la borrasca;
junto a la base de la obscura sierra,
mirando el risco de las crestas ásperas;
sobre el perfil de la montaña ingente,
mirando el mundo de las tierras bajas,
allí, Señor del mundo,
te siente grande el alma.
De la pradera del riente suelo
pintado de violetas y gamarzas
en el fogoso amanecer de oro
y en el sereno amanecer de plata
oyendo al ave que cantando sube
y al regatuelo que rezando baja;
con una rosa cerca de los ojos
y un ruido de aire que entre frondas pasa,
así, por el sentido
te siente bueno el alma.
Y de ese insecto en los flexibles élitros,
y de esa fiera en las agudas garras
y en esa escarcha que la tierra hiela,
y en ese rayo que el ambiente abraza,
en ese sol incubador de vida,
en esa lluvia que mis surcos baña,
en esa brisa que fecundo pòlen
lleva en la punta de sus leves alas,
te siento Providente,
te siento Sabio el alma.
Sobre la peña del erial hirsuto
paladeando hieles las entrañas;
bajo la hiedra del heredero huerto
saboreando amores o esperanzas;
revolcando mis carnes sobre abrojos
cuando me acusa la conciencia airada,
o en mi lecho campestre de tomillos
cantando paz de honrado patriarca,
allí Padre el hombre
te siente bueno el alma.
Y no en los ruidos de los bellos días
ni en los silencios de las noches diáfanas;
y no en lo grande de tus grandes mundos
ni en lo pequeño que en tus senos guardan;
no esas cumbres de la vida eterna
ni en estos valles de la vida humana
es donde el alma que con sed te busca
bebe y se baña en tu visión más clara...
¡Mejor que fuera de ella
te siente dentro de su abismo el alma!
Gabriel y Galán.
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En los montes de encinas seculares
donde toda raíz profunda arraiga,
todo tronco en columna inconmovible
y brazo de gigante toda rama;
allí donde en la vida se suceden,
cual recordando lo que nunca acaba,
el estallido de la yema nueva
y el caer funeral de la hojarasca,
allí, Señor, del tiempo,
te siente Eterno el alma.
Con las pupilas y la mente hundidas
en los espacios de las noches claras;
en las orillas de los mares hondos
con el oído abierto a la borrasca;
junto a la base de la obscura sierra,
mirando el risco de las crestas ásperas;
sobre el perfil de la montaña ingente,
mirando el mundo de las tierras bajas,
allí, Señor del mundo,
te siente grande el alma.
De la pradera del riente suelo
pintado de violetas y gamarzas
en el fogoso amanecer de oro
y en el sereno amanecer de plata
oyendo al ave que cantando sube
y al regatuelo que rezando baja;
con una rosa cerca de los ojos
y un ruido de aire que entre frondas pasa,
así, por el sentido
te siente bueno el alma.
Y de ese insecto en los flexibles élitros,
y de esa fiera en las agudas garras
y en esa escarcha que la tierra hiela,
y en ese rayo que el ambiente abraza,
en ese sol incubador de vida,
en esa lluvia que mis surcos baña,
en esa brisa que fecundo pòlen
lleva en la punta de sus leves alas,
te siento Providente,
te siento Sabio el alma.
Sobre la peña del erial hirsuto
paladeando hieles las entrañas;
bajo la hiedra del heredero huerto
saboreando amores o esperanzas;
revolcando mis carnes sobre abrojos
cuando me acusa la conciencia airada,
o en mi lecho campestre de tomillos
cantando paz de honrado patriarca,
allí Padre el hombre
te siente bueno el alma.
Y no en los ruidos de los bellos días
ni en los silencios de las noches diáfanas;
y no en lo grande de tus grandes mundos
ni en lo pequeño que en tus senos guardan;
no esas cumbres de la vida eterna
ni en estos valles de la vida humana
es donde el alma que con sed te busca
bebe y se baña en tu visión más clara...
¡Mejor que fuera de ella
te siente dentro de su abismo el alma!
Gabriel y Galán.
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