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LA MARGEN DEL ARROYO
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¡Qué dulce es ver muellamente
de un olmo la bella sombra
descansando,
un arroyo transparente
que va por la verde alfombra
murmurando!
Ver como la hierba blanda
en la margen se inclina,
y cómo crece
de violetas moradas banda
que la linfa cristalina
salpica y mece.
Los juncos de las riberas
en haz espeso apiñados
se le encorvan,
y las raíces someras
evita por ambos lados
si le estorban.
Insectos de mil colores
con mil susurros campestres
le dan ruido,
y en vez de cuidadas flores
rueda entre lirios silvestres
escondido.
Y no han de envidiar sus olas
de cortesanos jardines
la hermosura,
porque a cientos de amapolas,
jacintos brota y jazmines su frescura.
Ni han de envidiar a los ríos
los alcázares y puentes
que sustentan,
porque esos monstruos sombríos
más que coronar sus frentes
las afrentan.
Ni a la fuertes cascadas
sus tazas de jaspe y oro,
ni sus rocas,
aunque se viertan hinchadas
en estrépito sonoro
por cien bocas.
Que ambas la cercan orillas
entre agudas espadañas
cortadoras,
esponjadas y amarillas
altas y sonantes cañas
cimbradoras.
Ni ha de envidiar a los mares
de buques de excelsa pompa
y gritería,
ni sus altos alminares
ni de la bélica trompa
la voz impía.
Porque tiene en su remanso
sauces y olmos corpulentos
encopados,
que le hacen murmullo manso
al suspirar de los vientos
perfumados.
José Zorrilla.
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¡Qué dulce es ver muellamente
de un olmo la bella sombra
descansando,
un arroyo transparente
que va por la verde alfombra
murmurando!
Ver como la hierba blanda
en la margen se inclina,
y cómo crece
de violetas moradas banda
que la linfa cristalina
salpica y mece.
Los juncos de las riberas
en haz espeso apiñados
se le encorvan,
y las raíces someras
evita por ambos lados
si le estorban.
Insectos de mil colores
con mil susurros campestres
le dan ruido,
y en vez de cuidadas flores
rueda entre lirios silvestres
escondido.
Y no han de envidiar sus olas
de cortesanos jardines
la hermosura,
porque a cientos de amapolas,
jacintos brota y jazmines su frescura.
Ni han de envidiar a los ríos
los alcázares y puentes
que sustentan,
porque esos monstruos sombríos
más que coronar sus frentes
las afrentan.
Ni a la fuertes cascadas
sus tazas de jaspe y oro,
ni sus rocas,
aunque se viertan hinchadas
en estrépito sonoro
por cien bocas.
Que ambas la cercan orillas
entre agudas espadañas
cortadoras,
esponjadas y amarillas
altas y sonantes cañas
cimbradoras.
Ni ha de envidiar a los mares
de buques de excelsa pompa
y gritería,
ni sus altos alminares
ni de la bélica trompa
la voz impía.
Porque tiene en su remanso
sauces y olmos corpulentos
encopados,
que le hacen murmullo manso
al suspirar de los vientos
perfumados.
José Zorrilla.
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