No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja
costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis
castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
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