LA TEJEDORA
Tarde de lluvia en que se agravan
al par que una íntima tristeza
un desdén manso de las cosas
y una emoción sutil y contrita que reza.
Noble delicia desdeñar
con un desdén que no se mide,
bajo el equívoco nublado:
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Llueve con quedo sonsonete,
nos da el relámpago, luz de oro,
y entra un suspiro, en vuelo de ave fragante y húmeda,
a buscar tu regazo, que es
refugio y decoro.
¡Oh, yo podría poner mis manos
sobre tus hombros de novicia
y sacudirte en loco vértigo
por lograr que cayese sobre mí tu caricia,
cual se sacude el
árbol prócer
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