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LA NUEZ DE ARRIBA (Burgos)

En la era (foto antigua)
Foto enviada por Victoria Serna,

LA ESPIGADORA

¿Vas a espigar, Isabel?
¡Cuánto siento, criatura,
que bese el sol esa piel
que tiene jugo y frescura
de pétalos de clavel!
Ana María

¿Por qué tan madrugadora
la rosa de la alquería?
Porque es una labradora
castiza y trabajadora
que siente pequeño al día.

¿Por qué tan pronto romper
del mañanero dormir
y del soñar el placer?
Porque dormir no es vivir
y soñar no es proveer.

Porque sabe que conviene,
como le enseña su madre,
mirar al tiempo que viene...
¡Por eso tiene su padre
la buena hacienda que tiene!

Tiene en la alegre alquería
labor y ganadería,
con pastos siempre sobrados;
huertos en la Alberguería,
y en Hondura casa y prados;

y de su padre heredadas,
y en su gente vinculadas,
puede en la Armuña contar
con cuatro o cinco yugadas
de tierras de pan llevar,

y, estimulante más grato,
corren añejas hablillas
diciendo, no sin recato,
que tiene zurrón de gato
lleno de onzas amarillas.

Y aun dice la gente a coro
que son su hacienda y su oro
cosas de menos valía
que aquel divino tesoro
de su hermosa Ana María.

¡Y dice verdad la gente!
Pues ¿quién como esta doncella
promete vida tan bella
cual la del nido caliente
que del hogar hará ella?

Del monte en el mundo estrecho
túvola Dios que poner,
porque paloma la ha hecho.
No tiene hiel en el pecho,
¿cómo ha de darla a beber?

Dará bálsamos calmantes,
hondas ternuras sedantes,
cosas del alma sin nombres...
¡Lo que buscamos los hombres
del grave vivir amantes!

Natura le dio belleza;
su madre le dio ternuras;
su padre, viril nobleza,
y Dios la humilde grandeza
que tienen las almas puras.

Los rayos del sol, fogosos,
cetrina su tez pusieron,
y los aires olorosos
de los montes carrascosos
la sangre le enriquecieron.

Diole el trabajo soltura;
la juventud, bizarría;
el buen ejemplo, cordura;
la sencillez, alegría,
y la honestidad, frescura.

Con generosa largueza,
Natura le dio riqueza
de sustancioso saber.
¿Qué enseña Naturaleza
que no se deba aprender?

Que la abeja es laboriosa,
que la tórtola es sencilla,
que la hormiga es hacendosa;
que se esconde, que no brilla
la violeta pudorosa...

Que las aves hacen nidos,
siempre solos y escondidos
en los senos de la fronda,
porque no es la dicha honda
buena amiga de los ruidos;

que los ríos y las fuentes
tienen aguas transparentes
cuando corren muy serenas...,
que son limpias las arenas
y son mansas las corrientes;

y de aquella golondrina
que ha anidado en la campana
de la rústica cocina,
se despierta alegre y trina
cuando apunta la mañana.

Que las corderas vehementes
que se apartan imprudentes
de las madres clamorosas,
morirán entre los dientes
de famélicas raposas.

Eso Natura enseñaba
y eso la moza aprendía.
Quien era mozo soñaba,
yo era poeta y cantaba,
Dios es bueno y bendecía. ... (ver texto completo)
Muy buenas tardes Marcelino
Un besoooooooooo y feliz tarde
Los partidarios de que los juicios morales no impregnen la vida colectiva, son contestados por Raz en términos muy inapelables: “ ¿Qué razones hay para pensar que es más fácil equivocarse respecto a la definición de vida buena que respecto a otra clase de juicios que sí creemos que deben influir en la vida pública y que también obedecen a consideraciones morales, como es el caso del derecho a la vida, a la libertad de expresión, o a la libertad de culto?”
Juan Meléndez Valdés Batilo >

Del amor

Pensaba cuando niño
que era tener amores
vivir en mil delicias,
morar entre los dioses.
Mas luego grandecillo
Dorila cautivome,
muchacha de mis años,
envidia de Dïone:
que inocente y sencilla,
como yo lo era entonces,
fue a mis ruegos la nieve
del verano a los soles.
Pero cuando aguardaba
no hallar ansias ni voces
que a la gloria alcanzasen
de una unión tan conforme,
cual de dos tortolitas
que en sus ciegos hervores
con sus ansias y arrullos
ensordecen el bosque,
Y hallé desengañado,
que amor todo es traiciones
y guerras y martirios
y penas y dolores. ... (ver texto completo)
modulan el gemido de la desesperanza;
fue el místico sediento que en el raudal se lanza;
su muerte fue la muerte de una lánguida anémona,
se evaporó su vida como la de Desdémona;
ebrio del vino amargo con que el dolor embriaga
y a los fulgores trémulos de un cirio que se apaga...
¡Así rindió su aliento, bajo un sitial de seda,
el último nacido del viejo Cisne y Leda!...
¡Amor! dice la dama del recamado biso
en voluptuosos pliegues de color indeciso;
¡Dolor! dijo el poeta: los labios de su herida
blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,
modulan el gemido de la desesperanza;
fue el místico sediento que en el raudal se lanza;
su muerte fue la muerte de una lánguida anémona,
se evaporó su vida como la de Desdémona;
No manchará su lápida epitafio doliente:
tallad un verso en ella, pagano y decadente,
digno del fresco Adonis en muerte de Afrodita:
un verso como el hálito de una rosa marchita,
que llore su caída, que cante su belleza,
que cifre sus ensueños, ¡que diga su tristeza!...

* * *
¡Amor! dice la dama del recamado biso
en voluptuosos pliegues de color indeciso;
¡Dolor! dijo el poeta: los labios de su herida
blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,
Pensó mucho: sus páginas suelen robar la calma;
sintió mucho: sus versos saben partir el alma;
¡amó mucho! circulan ráfagas de misterio
entre los negros pinos del blanco cementerio...

* * *
No manchará su lápida epitafio doliente:
tallad un verso en ella, pagano y decadente,
digno del fresco Adonis en muerte de Afrodita:
un verso como el hálito de una rosa marchita,
que llore su caída, que cante su belleza,
que cifre sus ensueños, ¡que diga su tristeza!...

* * *
¡Oh Señor Jesucristo! por tu herida del pecho
¡perdónalo! ¡perdónalo! desciénde hasta su lecho
de piedra a despertarlo! Con tus manos divinas
enjuga de su sangre las ondas purpurinas...
Pensó mucho: sus páginas suelen robar la calma;
sintió mucho: sus versos saben partir el alma;
¡amó mucho! circulan ráfagas de misterio
entre los negros pinos del blanco cementerio...

* * *
eso fuiste, ¡oh poeta! Los labios de tu herida
blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,
modulan el gemido de las desesperanzas,
¡oh místico sediento que en el raudal te lanzas!

* * *
¡Oh Señor Jesucristo! por tu herida del pecho
¡perdónalo! ¡perdónalo! desciénde hasta su lecho
de piedra a despertarlo! Con tus manos divinas
enjuga de su sangre las ondas purpurinas...
sentir en el espíritu brisas primaverales
ante los viejos monjes y los rojos misales;
tener la frente en llamas y los pies entre lodo;
querer sentirlo, verlo y adivinarlo todo:
eso fuiste, ¡oh poeta! Los labios de tu herida
blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,
modulan el gemido de las desesperanzas,
¡oh místico sediento que en el raudal te lanzas!

* * *
oír los mudos ecos que pueblan los santuarios,
amar las hostias blancas; amar los incensarios
(poetas que diluyen en el espacio inmenso
sus ritmos perfumados de vagaroso incienso);
sentir en el espíritu brisas primaverales
ante los viejos monjes y los rojos misales;
tener la frente en llamas y los pies entre lodo;
querer sentirlo, verlo y adivinarlo todo:
seguir los ideales en pos de Don Quijote
que en el azul divaga de su rocín al trote;
esperar en la noche las trémulas escalas
que arrebaten ligeras a las etéreas salas;
oír los mudos ecos que pueblan los santuarios,
amar las hostias blancas; amar los incensarios
(poetas que diluyen en el espacio inmenso
sus ritmos perfumados de vagaroso incienso);
querer remos de águila y garras de leones
con qué domar los vientos y herir los corazones;
para gustar lo exótico que el ánimo idolatra
esconder entre flores el áspid de Cleopatra;
seguir los ideales en pos de Don Quijote
que en el azul divaga de su rocín al trote;
esperar en la noche las trémulas escalas
que arrebaten ligeras a las etéreas salas;