Decía Tagore: «Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Y al servir comprobé que el servicio era alegría». Extraña paradoja encontrar el propio centro en el olvido generoso del yo. Dios quiera que al final de nuestra jornada, cada vez que examinemos nuestra conciencia encontremos infinitos granos de trigo convertidos en oro. ¡Vence el mal con el bien! El servicio es gratuito.