El conejito contestó:
- No; no he visto a tus padres, conejito, pero puedes preguntar a la señora águila, que todo lo ve desde el cielo.
María y el pequeño potrillo dieron las gracias a conejito y siguieron su camino. Caminaron, caminaron hasta que, por fin, llegaron al reino de doña águila y, una vez cerca de ella, le preguntaron:
- Señora águila, ¿ha visto a los padres de pequeño potrillo?
La señora águila, que en ese momento volaba majestuosamente, dejándose llevar, en círculos, por la suave
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Mis padres son un hermoso
caballo negro y una preciosa
yegua blanca – respondió el pequeño potrillo.
- En ese caso – dijo la señora águila – sí he visto a tus padres. Está en la cima de aquella
montaña verde.
María y Potrillo corrieron hacia la montaña que les había indicado la señora águila y, después de una agotadora carrera, llegaron donde estaban los padres de este. Potrillo les abrazó y les besó, mientras estos, muy preocupados, le preguntaban que donde se había metido.
Pequeño potrillo
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