De allí pasaba a trabajar en el "caballete", que era parecido al "potro", pero en la "mesa" había un rebaje cuadrangular, para situar la almadreña e inmovilizarla con unas cuñas, para poder "barrenar" con barrenos normales y torcidos y terminar con el vaciado de la pieza con las "liegres", labor ésta la más delicada, que hacía que tuvieran la menor cantidad de madera posible, dándoles robustez y liviandad, características de estas almadreñas. Excuso decir que las almadreñas al vaciarlas y al darlas
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Secas ya, toda la
familia las "vidriaba", es decir, las raspaba con cristales rotos, para después lijarlas y dejarlas suaves.
Con una muñeca, hecha con trapos viejos, la esposa y las hijas les daban el
color: negro de humo para las de hombre., y color "corinto" o "flating" a las de mujer.
Una vez coloreadas pasaban al artesano, el que, con gracia y
arte, las barnizaba a brocha para después grabarlas primorosamente con dibujos hechos con cuchillos puntiagudos y "gubias" pequeñas. Los dibujos
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