Cuando por fin llegó el viernes, yo salí volado del colegio a la casa, almorcé a la carrera e hice las tareas. A las cuatro de la tarde ya estaba listo. Me puse a ver tele para esperar un poco e ir a la casa del Chejo. Cuando llegué Carlos ya estaba allí y nos fuimos rápido al barranco. Yo nunca había bajado el barranco. Había árboles y monte, pocas casas. Llegamos rápido a la casa del viejo, que nos invitó a pasar. Le reclamó a Carlos que no llevábamos nada de lo que había pedido. Carlos respondió ... (ver texto completo)
Los tres dijimos entusiasmados que sí, que estábamos listos para volar. El viejo se levantó de la mecedora y nos llevó al fondo del barranco, en donde pasaba un río de aguas negras. Nos pidió que nos tomáramos de las manos y dijo que debíamos concentrarnos. Nos explicó que para volar debíamos volvernos tan ligeros como nuestro espíritu, de tal manera que el cuerpo se sujetase a las leyes del espíritu y no al revés como sucede siempre. Para ello debíamos cerrar los ojos y poner nuestra mente en blanco, ... (ver texto completo)