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LA NUEZ DE ARRIBA (Burgos)

(Rosas) Colores
Foto enviada por Victoria Serna,

Para pintar las cumbres
el sol, divino artista,
aglomeró colores
de audaz entonación:
azul de lapislázuli,
violáceo de amatista
y rojo flameante
de ardiente bermellón.
La lluvia, que gotea
en perlas virginales,
enciende más los vivos
matices de la luz;
el sepia en los troncones,
el flavo en los jacales
y el glauco en la colgante
melena del sauz.
Las estrellas son bellas porque tienen detrás una flor que no se ve
Antoine de Saint-Exupery
Agita gravemente
sobre la verde falda
sus cien robustos brazos
el índico nopal,
que siente coronarse
sus pencas de esmeralda
por tunas cremesinas
de grana y de coral.
Para pintar las cumbres
el sol, divino artista,
aglomeró colores
de audaz entonación:
azul de lapislázuli,
violáceo de amatista
y rojo flameante
de ardiente bermellón.
Se escapan del ardiente
fogón de los jacales
penachos criniformes
de cándido algodón,
que luego desmenuzan
los vientos boreales,
prendiéndolos al pico
más alto del peñón.
Agita gravemente
sobre la verde falda
sus cien robustos brazos
el índico nopal,
que siente coronarse
sus pencas de esmeralda
por tunas cremesinas
de grana y de coral.
La aldea allá a lo lejos,
detrás del sembradío,
del impalpable velo
que cúbrela, a través,
su blanca torre muestra
su alegre caserío,
enamorada siempre
del aire montañés.
Se escapan del ardiente
fogón de los jacales
penachos criniformes
de cándido algodón,
que luego desmenuzan
los vientos boreales,
prendiéndolos al pico
más alto del peñón.
El oro de la tarde,
bañado por la lluvia,
inunda todo el éter
espléndido y triunfal;
sacude sobre el campo
su cabellera rubia
para empaparlo en gotas
de fúlgido cristal.
La aldea allá a lo lejos,
detrás del sembradío,
del impalpable velo
que cúbrela, a través,
su blanca torre muestra
su alegre caserío,
enamorada siempre
del aire montañés.
Topacios encendidos
y diáfanos brillantes
desfilan temblorosos,
rayando el cielo azul.
El oro de la tarde,
bañado por la lluvia,
inunda todo el éter
espléndido y triunfal;
sacude sobre el campo
su cabellera rubia
para empaparlo en gotas
de fúlgido cristal.
a través de la lluvia

Manuel José Othón

Llueve. Del sol glorioso
los rayos fulgurantes
refléjanse en el agua,
cual sobre níveo tul.
Topacios encendidos
y diáfanos brillantes
desfilan temblorosos,
rayando el cielo azul.
a través de la lluvia

Manuel José Othón

Llueve. Del sol glorioso
los rayos fulgurantes
refléjanse en el agua,
cual sobre níveo tul.
¿Por qué sien, por qué vena
debes volver -amor- a tu posada?
¿En qué oscura azucena
he de salvar mi abeja lacerada?
Decid, decid cantando
el prado, el río, el colmenar sin dueño,
y sabed que demando
un amor vivo en este amor de sueño.
5. Era la esbelta casa de mi sueño,
viva al fin en su todo...
Horizontes de amor en lo pequeño
encontraban refugio y acomodo.
Era un nombre, tan mío,
siempre en llamadas de la voz urgente,
y eran las dulces yerbas del estío
con su tarde madura y floreciente.
Visitante que dejas
este rumbo tenaz, de pensamiento;
tañedor que en la música te alejas
y vuelves con tus arpas, como el viento;
la casa te reclama
en sombra iluminada y en neblina,
y antigua flor proclama
el bosque amigo y tu especial colina.
¿Por qué sien, por qué vena
debes volver -amor- a tu posada?
¿En qué oscura azucena
he de salvar mi abeja lacerada?
Decid, decid cantando
el prado, el río, el colmenar sin dueño,
y sabed que demando
un amor vivo en este amor de sueño.
Un verano cautivo
descubro por camino de rumores;
lo encuentro, rojo y vivo,
detrás de un palpitar de ruiseñores;
espacio de añoranza,
pulsación de radiante mediodía
son mi césped de ayer -en lontananza-
repitiendo sus valles todavía
Visitante que dejas
este rumbo tenaz, de pensamiento;
tañedor que en la música te alejas
y vuelves con tus arpas, como el viento;
la casa te reclama
en sombra iluminada y en neblina,
y antigua flor proclama
el bosque amigo y tu especial colina.
Nuestra amistad humana
en la casa de arrimos y de antojos;
yedra madura, siempre en la ventana,

y pardas golondrinas en mis ojos;
el amor y su muerte
por el ángel del beso conducidos,
y el beso que convierte
en verano frutal nuestros sentidos
Un verano cautivo
descubro por camino de rumores;
lo encuentro, rojo y vivo,
detrás de un palpitar de ruiseñores;
espacio de añoranza,
pulsación de radiante mediodía
son mi césped de ayer -en lontananza-
repitiendo sus valles todavía
Una paloma -fina gemidora-
en su orilla de espera.
¿Canta el granado?... ¿Palpitando llora
ausente datilera?...
Enamorados ríos
van por mi frente, con su dulce peso,
y endulzados rocíos
dan a la rosa su color espeso.
Nuestra amistad humana
en la casa de arrimos y de antojos;
yedra madura, siempre en la ventana,

y pardas golondrinas en mis ojos;
el amor y su muerte
por el ángel del beso conducidos,
y el beso que convierte
en verano frutal nuestros sentidos
4. Quiero decir -amor- aquel encuentro
y su dulzura breve:
el girasol con una abeja dentro
del amarillo, que a girar se atreve;
cálido el musgo, la hojarasca en llamas
y el abrazo tan ciego,
que hasta el humilde olor de las retamas
volaba ardiendo, como puro fuego
Una paloma -fina gemidora-
en su orilla de espera.
¿Canta el granado?... ¿Palpitando llora
ausente datilera?...
Enamorados ríos
van por mi frente, con su dulce peso,
y endulzados rocíos
dan a la rosa su color espeso.