Abro la noche... siento cómo vive
encerrada en su hielo;
su dilatada entraña me recibe
con algo de recelo;
descienden las raíces hasta el fondo
del jardín sumergido
y un ciego palpitar, que casi escondo,
es mi día perdido.
¡Ah, frágil regocijo de blancura!...
¡Ah, mi amor volandero!...
¿En qué nuevo dominio la clausura
de aquel
verano entero?
Aunque soy del amor, ya no persigo
su cítara o su espada,
y estoy en mi pregunta, en mi castigo,
como muerte olvidada.