
La mies, o sea el trigo, cebada, avena y centeno se segaba a partir del mes de julio, normalmente después de la Virgen del Carmen, la mayor parte de los vecinos del pueblo se desplazaban a los pueblos, a comprar lo que se necesitaba para pasar la siega; un par de botijos que hacían el agua fresca, bacalao, cebollas, etc. etc. y algunos compraban un cerdo o dos, jóvenes, para criarlo y con el que en el mes de diciembre o enero del próximo año, hacían la matanza, que era el tiempo que mejor se curaban los chorizos, jamones y demás zarandajas (cosa menuda).
Antes de empezar la siega había que hacer los “vencejos”, que procedían de las gavillas de centeno que no habían sido trilladas el año anterior, los granos de estas gavillas se sacaban dando golpes sobre el trillo o en una piedra, una vez sacado el grano, se ataban en manojos, se llevaban al pilón de la fuente o a un arroyo si había agua, se metían las cabezas para que una vez remojadas cogieran correa, seguidamente se ataban por las espigas en manojos pequeños con un nudo especial, y se guardaban hasta el día que se iba a segar.
En la siega se llegaba al tajo entre dos luces, cada uno con su hoz y su zoqueta, ésta última que era de madera, hueca por dentro para poder meter cuatro dedos de la mano izquierda con el fin de resguardarlos de la hoz y al mismo tiempo era la que recogía las manojos de la mies que cortaba la dicha hoz, las cuales se habían haciendo montones en los surcos, para después con estos montones de gavillas hacer los haces, que se ataban con los “vencejos” que se habían llevado remojados y metidos en un saco para que guardaran la humedad, en previsión de que no se partieran al atar los haces.
Antes de empezar la siega había que hacer los “vencejos”, que procedían de las gavillas de centeno que no habían sido trilladas el año anterior, los granos de estas gavillas se sacaban dando golpes sobre el trillo o en una piedra, una vez sacado el grano, se ataban en manojos, se llevaban al pilón de la fuente o a un arroyo si había agua, se metían las cabezas para que una vez remojadas cogieran correa, seguidamente se ataban por las espigas en manojos pequeños con un nudo especial, y se guardaban hasta el día que se iba a segar.
En la siega se llegaba al tajo entre dos luces, cada uno con su hoz y su zoqueta, ésta última que era de madera, hueca por dentro para poder meter cuatro dedos de la mano izquierda con el fin de resguardarlos de la hoz y al mismo tiempo era la que recogía las manojos de la mies que cortaba la dicha hoz, las cuales se habían haciendo montones en los surcos, para después con estos montones de gavillas hacer los haces, que se ataban con los “vencejos” que se habían llevado remojados y metidos en un saco para que guardaran la humedad, en previsión de que no se partieran al atar los haces.