Deberíamos detestar los cielos
que nos quieran obligar,
delegarlos a un pasado
y ahí se queden: vacíos.
¡Cuan miserables son!,
y lo saben.
Saben que te hunden
y se congratulan de ello.
Hablarán luego en omisiones
y nosotros les creeremos,
pobres cegados de ilusión.
Despertaremos luego en un reino asolado.
De nuestras tierras yertas
recordaremos sus frutos,
frutos robados por las piedras
que nos dejaron por legado.
¡Y cuándo amanecerán sus verdades!,
y nosotros nos las creamos.
Es la utopía del poder
que jamás podrá ser cambiado
que nos quieran obligar,
delegarlos a un pasado
y ahí se queden: vacíos.
¡Cuan miserables son!,
y lo saben.
Saben que te hunden
y se congratulan de ello.
Hablarán luego en omisiones
y nosotros les creeremos,
pobres cegados de ilusión.
Despertaremos luego en un reino asolado.
De nuestras tierras yertas
recordaremos sus frutos,
frutos robados por las piedras
que nos dejaron por legado.
¡Y cuándo amanecerán sus verdades!,
y nosotros nos las creamos.
Es la utopía del poder
que jamás podrá ser cambiado