¡ESTAMOS APAÑADOS!. Por Miguel-A. Cibrián, Faer.
Como ex-agricultor, sé bastante de trabajar con arados. Independientemente de la marca, y ya fuesen fijos o reversibles, con el único cambio del hierro por la madera, todos se basaban en el principio del arado romano, de punta endurecida al fuego, de hace más de 2.000 años: punta, reja, y vertedera. La punta, con la misma finalidad de abrir la tierra y preservar a la reja de una erosión prematura, en la actualidad era substituida por el sistema de formón. El formón consistía en una barra gruesa de hierro de unos 70 centímetros de larga introducida por un ajustado orificio del arado y sujeta don dos grandes tornos. Al ser su función preservar de desgaste a la reja, siempre debía de sobresalir varios centímetros más que ella. Por lo cual, era necesario correr los formones hacia adelante cada vez que había cierto desgaste: en épocas en las cuales la tierra estaba muy dura, una vez al día.
Correr los formones hacia adelante no era difícil. Yo lo hice muchas veces. Sin embargo, los síntomas de la ataxia convierten la tarea en una gran dificultad. En los últimos años trabajando, casi nunca lo hice. Siempre tenía a mi padre o a mi tío para pedirles que me sacasen los formones o me pusiesen nuevos si alguno de los viejos estaba totalmente desgastado y ya no era posible correrlo hacia adelante. No obstante, los formones no preservaban totalmente a las otras piezas, y a veces, era necesario acudir una herrería para que hiciesen una reposición total de los elementos del arado.
Como ex-agricultor, sé bastante de trabajar con arados. Independientemente de la marca, y ya fuesen fijos o reversibles, con el único cambio del hierro por la madera, todos se basaban en el principio del arado romano, de punta endurecida al fuego, de hace más de 2.000 años: punta, reja, y vertedera. La punta, con la misma finalidad de abrir la tierra y preservar a la reja de una erosión prematura, en la actualidad era substituida por el sistema de formón. El formón consistía en una barra gruesa de hierro de unos 70 centímetros de larga introducida por un ajustado orificio del arado y sujeta don dos grandes tornos. Al ser su función preservar de desgaste a la reja, siempre debía de sobresalir varios centímetros más que ella. Por lo cual, era necesario correr los formones hacia adelante cada vez que había cierto desgaste: en épocas en las cuales la tierra estaba muy dura, una vez al día.
Correr los formones hacia adelante no era difícil. Yo lo hice muchas veces. Sin embargo, los síntomas de la ataxia convierten la tarea en una gran dificultad. En los últimos años trabajando, casi nunca lo hice. Siempre tenía a mi padre o a mi tío para pedirles que me sacasen los formones o me pusiesen nuevos si alguno de los viejos estaba totalmente desgastado y ya no era posible correrlo hacia adelante. No obstante, los formones no preservaban totalmente a las otras piezas, y a veces, era necesario acudir una herrería para que hiciesen una reposición total de los elementos del arado.