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LA NUEZ DE ARRIBA: Tras mucho intentos, conseguí un chiflito terrorífico,...

40- EL CHIFLITO. Por Miguel-A. Cibrián, FAer.

El título de este texto puede parecer bastante raro. Por ello, aclararé que se trata de una modalidad regional típica para nombrar a un chiflato. Y como esta última palabra sí está recogida en el diccionario, pero es poco utilizada, para los lectores la identificaré mejor si digo que chiflato es sinónimo de silbato.

Cuando iba a la escuela de mi pueblo, hacíamos chiflitos de diversas formas, casi siempre a partir de elementos completamente naturales. Así, hacíamos unos con ramas verdes de chopo: El procedimiento consistía en despegar la corteza sin romperla y volver a colocarla en su sitio después de hacer algunas ranuras en la parte leñosa. Otros chiflitos eran mucho más sonoros que los anteriores, y los hacíamos a partir de la corteza del tronco de los sauces. Estos silbatos se metían completamente en la boca para colocarlos sobre la lengua. Por ello, después de algún tiempo de uso, terminaban siendo una masa húmeda, pastosa y repugnante donde quedaba adherido todo cuanto entraba en contacto con el silbato mientras estaba guardado en el bolso después de su utilización

Cuando tenía 9 o10 años, encontramos un material ideal para substituir a la corteza de sauce y, así, solventar aquellas asquerosas deficiencias. Comenzamos a hacer los chiflitos a partir de aquellas antiguas baldosas con capa de esmalte blanco similares a los actuales baldosines pero más gruesas. No era fácil trabajar aquel material, y podíamos pasar un día entero trabajando sin conseguir nada. Primero había de cortarse el trozo adecuado. Una piedra grande hacia de yunque y otra más pequeña de martillo. Con tan rudimentarias herramientas después de 10 intentos y una baldosa hecha añicos, podía haberse conseguido un trozo ideal para comenzar la realización. El siguiente paso era moderar más la forma y pulirlo. Esto se hacía por rozamiento frotándolo contra una piedra. Más tarde, a fuerza de arañazos con la punta de la navaja se hacía una ranura que sirviera de cámara. Finalmente, era necesario hacer un agujero que atravesase la cámara. Esta operación era muy delicada: la baldosa se iba desgastando con el roce de una punta metálica, pero la capa de esmalte había de superarse con un golpe, y no pocas veces la historia acababa con el lanzamiento de un taco... porque se rompía la labor de muchas horas. Y auque la operación se realizara con éxito, no significaba que se hubiese conseguido un sonido de silbato satisfactorio. Todo se había hecho a ojo de buen cubero: la cámara podía ser demasiado grande, o el agujero demasiado amplio... o estar demasiado atrás o demasiado adelante.

Tras mucho intentos, conseguí un chiflito terrorífico, de esos que puede dejar sordo a cualquiera a un metro de distancia. Me pasaba grander ratos con el chiflito en la boca lanzando agudos silbidos. Mi canción preferida era la de la oscarizada película "Puente sobre el río Kwait": pi-pi, pi pi pi pi pii, pi-pi... etc, etc.

Un día estaba en clase cuchicheando con el compañero de pupitre mientras tenía en las manos todo el mogollón de cosas que siempre llevábamos los niños de pueblo en los bolsos: un moquero, una navaja, una cuerda, el silbato, una caja de cerillas, y un fajo de cartones que era como nuestro dinero para juegos y transaciones

- A ver, ¿qué tienes ahí? -preguntó el maestro.

Cabizbajo, fui hacia su mesa con mis cosas en las manos.

- ¡Hombre el silbato!. ¡Con las ganas que tenía yo de pillarte este silbato! -dijo el maestro-. Lo demás puedes llevártelo, el silbato me lo quedo yo.

Así es como perdí el chiflito. Luego abandoné la escuela para ingresar en un colegio. En mis últimos años en la escuela, gran parte de las familias de la población habían buscado acomodo de trabajo en las ciudades, y la sangría migratoria continuaba a ritmos superaltos. En mis inicios escolares, había dos escuelas y dos maestros: niños y niños separados, como era la costumbre de la época. Habíamos sido 70 alumnos, pero el bajón fue espectacular. El Ministerio de Educación decidió cerrar las escuelas en numerosas poblaciones rurales concentrando los alumnos en grandes colegios comarcales. La escuelas pasaron a ser como un monumento funerario para recordar lo que había sido un pueblo y ya no era.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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