Más sonado que la campana de Huesca
Si un hecho o un suceso tiene gran resonancia o repercusión, se dice que es más sonado que la campana de Huesca. La leyenda de la campana de Huesca aparece recogida en la Crónica de San Juan de la Peña, una obra anónima de finales del siglo XIV, aunque se sospecha que fue escrita por el rey Pedro IV, el Ceremonioso. Versa sobre Ramiro II, monje en un monasterio de Narbona que, al fallecer su hermano Alfonso I, fue elegido rey de Aragón (1134-1137). Despreciado por los magnates aragoneses, que le pusieron el apodo de rey Cogulla, o receloso del poder de éstos, Ramiro II pidió consejo a su antiguo superior Frotardo, abad de San Ponce de Tomeras, en el Languedoc francés. Éste, sin decir una palabra, salió al jardín del monasterio y se puso a cortar los tallos que más sobresalían. El monarca tomo nota del acto simbólico y mandó decapitar a más de una docena de nobles. Las cabezas fueron colocadas en una bóveda, colgando a modo de campanas, y en el centro, como badajo, la del obispo Ordás, uno de los máximos exponentes de la nobleza aragonesa
Si un hecho o un suceso tiene gran resonancia o repercusión, se dice que es más sonado que la campana de Huesca. La leyenda de la campana de Huesca aparece recogida en la Crónica de San Juan de la Peña, una obra anónima de finales del siglo XIV, aunque se sospecha que fue escrita por el rey Pedro IV, el Ceremonioso. Versa sobre Ramiro II, monje en un monasterio de Narbona que, al fallecer su hermano Alfonso I, fue elegido rey de Aragón (1134-1137). Despreciado por los magnates aragoneses, que le pusieron el apodo de rey Cogulla, o receloso del poder de éstos, Ramiro II pidió consejo a su antiguo superior Frotardo, abad de San Ponce de Tomeras, en el Languedoc francés. Éste, sin decir una palabra, salió al jardín del monasterio y se puso a cortar los tallos que más sobresalían. El monarca tomo nota del acto simbólico y mandó decapitar a más de una docena de nobles. Las cabezas fueron colocadas en una bóveda, colgando a modo de campanas, y en el centro, como badajo, la del obispo Ordás, uno de los máximos exponentes de la nobleza aragonesa