Canto a la Mujer del Pueblo
(Rosa Virginia Martínez)
Mujer del pueblo:
¡aquí estoy a tu lado
para darte mi canto de esperanza!
Yo sé que vienes
de todas las injusticias
y todos los dolores de la vida.
Te sientes herida
de esperar en vano
que el rosal floreciera
en el pantano.
Mas
¿cómo vas a tener sitio
para el aroma
sí aún no tienes
pan
ni techo que recoja
el azulado viento de la loma?
En vano has pedido
la plenitud radiante de una
estrella
para seguir la huella
menudita del hijo.
¿Cómo quieres
poblar de lumbre la desierta vía
si no has alcanzado todavía
un mísero candil
para tu puerta?
Yo sé que hay en tus manos
rudas y oscuras
pulso de raíz
y fuerza de montaña;
yo sé que puedes
caminar por la tierra
como una cordillera
y levantar tu hijo hasta
el futuro,
con el canto del mar
en la garganta.
Yo sé que puedes eso
¡y mucho más!
Pero el hambre,
la sombra
y el desolado viento del olvido
se llevaron la savia de tu vida.
Por eso,
aquí estoy a tu lado:
con tu grito en mi boca,
con tu herida de angustia
en mi costado
y tu anhelo de luz que me sofoca.
Aquí estoy,
para luchar contigo:
por tu techo,
tu pan
y tu alegría;
para velar el sueño
de tu hijo
hasta que llegue el día.
Aquí estoy,
con mi cartilla nueva de horizontes,
mi libro de paisajes y caminos
que sustancia la luz de una doctrina.
Mujer:
es la hora precisa,
de rescatar tu pan y tu sonrisa.
(Rosa Virginia Martínez)
Mujer del pueblo:
¡aquí estoy a tu lado
para darte mi canto de esperanza!
Yo sé que vienes
de todas las injusticias
y todos los dolores de la vida.
Te sientes herida
de esperar en vano
que el rosal floreciera
en el pantano.
Mas
¿cómo vas a tener sitio
para el aroma
sí aún no tienes
pan
ni techo que recoja
el azulado viento de la loma?
En vano has pedido
la plenitud radiante de una
estrella
para seguir la huella
menudita del hijo.
¿Cómo quieres
poblar de lumbre la desierta vía
si no has alcanzado todavía
un mísero candil
para tu puerta?
Yo sé que hay en tus manos
rudas y oscuras
pulso de raíz
y fuerza de montaña;
yo sé que puedes
caminar por la tierra
como una cordillera
y levantar tu hijo hasta
el futuro,
con el canto del mar
en la garganta.
Yo sé que puedes eso
¡y mucho más!
Pero el hambre,
la sombra
y el desolado viento del olvido
se llevaron la savia de tu vida.
Por eso,
aquí estoy a tu lado:
con tu grito en mi boca,
con tu herida de angustia
en mi costado
y tu anhelo de luz que me sofoca.
Aquí estoy,
para luchar contigo:
por tu techo,
tu pan
y tu alegría;
para velar el sueño
de tu hijo
hasta que llegue el día.
Aquí estoy,
con mi cartilla nueva de horizontes,
mi libro de paisajes y caminos
que sustancia la luz de una doctrina.
Mujer:
es la hora precisa,
de rescatar tu pan y tu sonrisa.
! Hola victoria! toda una lección de filosofía, entre ellos algún personaje francés. Hasta aquí he llegado, después de dedicar, hoy mi gran admiración a la mujer.
Algún día, te obsequiaré por aquí cono uno de mis relatos. Llevo una hora leyendo, algunos pensamientos ya habían caído a mis ojos, cuando yo leía.
Ni tan siquiera he mirado si me has respondido.
He gastado mi tiempo, y me temo que aun tengo deseo de escribir algo, que será para mañana en la impresora.
Hoy me he detenido en:
Mujer;
es la hora precisa,
de rescatar tu pan y tu sonrisa.
Yo diría:
Mujer
es hora de reconocer
tus lagrimas vertidas
! Buenas noches! Abrazos siempre.
Algún día, te obsequiaré por aquí cono uno de mis relatos. Llevo una hora leyendo, algunos pensamientos ya habían caído a mis ojos, cuando yo leía.
Ni tan siquiera he mirado si me has respondido.
He gastado mi tiempo, y me temo que aun tengo deseo de escribir algo, que será para mañana en la impresora.
Hoy me he detenido en:
Mujer;
es la hora precisa,
de rescatar tu pan y tu sonrisa.
Yo diría:
Mujer
es hora de reconocer
tus lagrimas vertidas
! Buenas noches! Abrazos siempre.