II
Me toco... Y eres tú. Palpo en mi frente
la forma de tu cráneo. Y, en mi boca,
es tu palabra aún la que consiente
y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.
Me toco... Y eres tú la que me toca.
Es tu memoria en mí la que te siente;
ella quien, con mis lágrimas, te evoca;
tú la que sobrevives; yo, el ausente.
Me toco... Y eres tú. Es tu esqueleto
que yergue todavía el tiempo vano
de una presencia que parece mía.
Y nada queda en mí sino el secreto
de este inmóvil crepúsculo inhumano
que al par augura y desintegra el día.
Jaime Torres Bodet
Me toco... Y eres tú. Palpo en mi frente
la forma de tu cráneo. Y, en mi boca,
es tu palabra aún la que consiente
y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.
Me toco... Y eres tú la que me toca.
Es tu memoria en mí la que te siente;
ella quien, con mis lágrimas, te evoca;
tú la que sobrevives; yo, el ausente.
Me toco... Y eres tú. Es tu esqueleto
que yergue todavía el tiempo vano
de una presencia que parece mía.
Y nada queda en mí sino el secreto
de este inmóvil crepúsculo inhumano
que al par augura y desintegra el día.
Jaime Torres Bodet