Muelle, el ala del ángel blanco
- ¡qué piedad, qué ternura al fin!-,
primera vez roza mis hombros
como el arco roza el violín.
- ¡qué piedad, qué ternura al fin!-,
primera vez roza mis hombros
como el arco roza el violín.
Esta frescura de saber
que también nos vamos de aquí,
¡qué novedad en la conciencia,
qué persuasión blanda y sutil!
que también nos vamos de aquí,
¡qué novedad en la conciencia,
qué persuasión blanda y sutil!