“Una vez había un ciervo muy elegante que admiraba sus cuernos y odiaba sus horribles patas. Pero un día llegó un cazador y las horribles patas del ciervo le permitieron correr y salvarse. Más tarde, los hermosos cuernos se le enredaron en la maleza y antes de que pudiera escapar, fue alcanzado por un tiro”. Samaniego