
Ruinas con alma
Doblegadas por el hombre
y por el tiempo,
obras que gusta hollar
la violencia.
dejando en ellas
su funesta seña:
seña y saña
y una naturaleza
que se ensaña
tratando de devolverlas
a su seno,
haciendo de las vigas,
leños,
de los claustros
bosque,
de los tiempos
monte,
destruyendo
la soberbia arquitectura
de templos y edificios,
de la roca arrancados
y que a la postre
a la rica han tornado.
Ruinas monásticas,
victimas predilectas
del hurto y la rapiña,
espectadoras calladas
de una historia,
cuya propia ruina,
en ellas ha quedado
fielmente reflejada.
Reductos de belleza
sobre los que se abate
la incuria y la miseria,
vestigios de una arte
que aun postrado,
no se pliega a los ultrajes
de los hombres,
al embate persistente
de las aguas,
a la insidiosa presencia
de las plantas.
El Hombre de la Rosa
Doblegadas por el hombre
y por el tiempo,
obras que gusta hollar
la violencia.
dejando en ellas
su funesta seña:
seña y saña
y una naturaleza
que se ensaña
tratando de devolverlas
a su seno,
haciendo de las vigas,
leños,
de los claustros
bosque,
de los tiempos
monte,
destruyendo
la soberbia arquitectura
de templos y edificios,
de la roca arrancados
y que a la postre
a la rica han tornado.
Ruinas monásticas,
victimas predilectas
del hurto y la rapiña,
espectadoras calladas
de una historia,
cuya propia ruina,
en ellas ha quedado
fielmente reflejada.
Reductos de belleza
sobre los que se abate
la incuria y la miseria,
vestigios de una arte
que aun postrado,
no se pliega a los ultrajes
de los hombres,
al embate persistente
de las aguas,
a la insidiosa presencia
de las plantas.
El Hombre de la Rosa